lunes, 17 de noviembre de 2008

Terapia - Capítulo 7 - Episodio de la obra de teatro

Llegué casi a la hora de función.

Pero no lo vi. El tipo no se había presentado. Exploté. Me había puesto linda, me había maquillado. ¿Y él señor no se presentaba?

Nuevamente, dudé si entrar o no. Pero ya estaba ahí, y la obra parecía interesante. Así que entré.

Debo confesar que me sentía un poco idiota. Nunca había ido sola al teatro, por alguna razón, me sentía observada, sentía que todos los demás ya se habían dado cuenta de lo que había pasado.

En los minutos previos al comienzo de la obra tuve la esperanza de que apareciera, apurado, excusándose por haber llegado tarde, pero no, tampoco eso ocurrió.

A cambio de eso, la obra empezó, y resultó ser lo suficientemente entretenida cómo para hacerme olvidar el mal momento rápidamente.


Martina interrumpió, exaltada:

¿No apareció más? ¡Es para matarlo!

Noelia le aclaró:

Si, apareció, pero ¿sabés como? ¡Arriba del escenario! ¡El tipo actuaba en la obra!

Martina se inclinaba hacia delante, con expectativa, cómo si eso no fuera una sesión más de terapia, sino una historia de una amiga que le llegaba en cuentagotas.

Yo no podía creer, éste tipo no paraba de sorprenderme, además, actuó muy bien.

Cuándo terminó la obra, me fui directo hacia la salida del teatro. Y ahí estaba, esperándome.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Terapia - Capítulo 6 - Episodio de la invitación

Cuándo salía para el trabajo, revisé el buzón de mi apartamento, algo que no era habitual en mí.

Para mi sorpresa, encontré en el mismo un sobre en blanco, con una flor encima. No de florería, una flor.

No tuve dudas, el que había hecho eso era él.

Saqué el sobre del buzón, y no lo abrí en el lugar, salí de casa y tomé el ómnibus enseguida.

Una vez en el ómnibus abrí el sobre, para ver que me había aprontado esta caja de sorpresas a la cual me estaba enfrentando.

En el sobre, un cartón. Solo un cartón. Nada más. Pero no un cartón cualquiera. Ese cartón era una entrada para una obra de teatro.

Me estaba invitando a ir, pero no me daba un punto de encuentro, no iba a haber una charla previa, nos íbamos a encontrar en la puerta del teatro y entraríamos a ver la obra, sin más.

Una vez más, este hombre me desconcertaba. Volví a dudar.

No sabía si ir o no. No sabía con que me iba a encontrar.


La cara de Martina, la sicóloga, la delataba. A ella nunca le había pasado algo parecido, pero le hubiera encantado.

Finalmente decidí ir. Pensé que sería bueno llegar un poco temprano cómo para poder charlar un rato con él antes de la obra, pero cómo no sabía si él iba a llegar temprano igual que yo, decidí llegar solo diez, o cinco minutos antes de la hora de comienzo.