sábado, 26 de enero de 2008

El imbatiblito

Mayúscula fue mi sorpresa al enterarme que Susana Giménez tomó la decisión de conducir, este año, un programa para niños.

Es sabido por todos, que, al igual que muchos otros, Susana repitió su fórmula ganadora durante años, he ahí el principal desencadenante de mi asombro, y no es que me importara, lo leí en una revista de chismes comprada por mi vieja, mientras cagaba (yo, no mamá).

Pero, al fin, haber descubierto esto me ayudó a comprender otra cosa que leí el domingo pasado en el suplemento de clasificados:

“Importante productora televisiva selecciona jóvenes para trabajar como asistentes de exitosa conductora de programa infantil, los interesados deben tener sentir fuertísimos deseos de formar una familia, casarse, tener hijos, y un perro labrador dorado. Mas aún, los postulantes, deben ver la formación de una familia, como la ley natural de sus propias vidas”

domingo, 20 de enero de 2008

Encuentro, desencuentro

Minutos antes de llegar al evento, un hallazgo sorprendente interrumpió mi calma y detuvo mi paso cansino.

Desde un pastizal que esperaba hace meses la llegada de una cortadora de césped, se proyectó hacia mí e inundó mis retinas el brillo dorado de una pieza única.

De inmediato supe que no debía mostrar a mis compañeros lo que había sucedido, así que les propuse que se adelanten, con una excusa trivial.

Cuando se hubieron alejado lo suficiente para no verme y luego de observar atentamente a mis costados, me agaché a efectivizar la obtención de la presea.

Con un movimiento preciso y coordinado me puse de pie y encanuté la pieza en mi bolsillo.

Medió únicamente un breve trote, y alcancé a mis camaradas.

Llegamos al sitio y nos ubicamos en nuestros lugares, luego de unos minutos de conversación me retiré para visitar los sanitarios, previo al comienzo del show.

Una vez que estuve en privado retiré del bolsillo el objeto y lo contemplé calmado.

Era un anillo, no un anillo cualquiera, uno de bodas, precioso, en su interior tenía grabada la palabra “bebota”, quizás, la palabra con la cual él se refería a ella en los momentos mas melosos.

Volví a juntarme con mis amigos con el objeto en el bolsillo, y nos pusimos nuevamente a conversar, esperando el comienzo de la gala.

Lo extraño fue que, al cabo de 45 minutos, con todos los asistentes más que nerviosos, una especie de presentador mencionó, que por razones ajenas al local, el evento se postergaría hasta la semana próxima.

Así concluye esta triste historia, en la cual, todos nos quedamos con las ganas. Sobre todo los protagonistas. Pero nosotros también.

La gente se retiró de la iglesia en calma. Nosotros también.

El anillo que tenía en mi bolsillo lo vendí. Con el arroz que tenía en el otro, hice un guiso.

A la semana siguiente todo estuvo bien.