lunes, 16 de noviembre de 2009

Escéptica

Te pido que no seas tan escéptica, quiero que me creas y que vayamos juntos por ahí. No seas desconfiada, si, ya se que tenés malas referencias, pero bueno. Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa, como decía la nona. No creas en lo que te dicen, creeme a mí. Esta vez no miento, sólo digo verdades difíciles de comprobar. Pero finalmente vas a ver que es cierto, que extendiendo los brazos y realizando los movimientos adecuados a la velocidad correcta, técnicamente es posible volar.

martes, 27 de octubre de 2009

Ideas mutantes

Pulp Fiction: Cuando entra el personaje "el lobo" a ayudar a los gangsters que por accidente le pegan un tiro en la cabeza al tipo que llevaban atrás, el loco dice: "Yo soy el lobo, resuelvo problemas".

Los simuladores: resuelven problemas.

***

Memoria de mis putas tristes (Gabriel García Marquez): Un veterano de noventa años decide que quiere tener relacione' sesuale' con una pendejita virgen.

La suerte está echada (película argentina con Peretti y Gastón Pauls): El veterano que se está por morir le pide merca a los hijos.

***

El rinoceronte (Obra de teatro de Eugene Ionesco): Un hombre es testigo de como las personas que viven en su ciudad se van convirtiendo uno a uno en rinocerontes. Tendría algo que ver con que el tipo vive de manera diferente a los demás, entonces la sociedad lo aparta de ese modo.

Ensayo sobre la ceguera (Saramago): Todas las personas de la ciudad van quedando ciegas. Tendría que ver con el egoísmo de todos nosotros (lo' seresumano').

***

¿Será que finalmente la esencia de las ideas anda dando vueltas por ahí, muta y se le presenta a la gente así como así?

ACLARACIÓN: De ninguna manera ninguna de estas menciones habla de plagios o cosa parecida. Lejos de la intención, en serio.

***

Otro tema: hoy volví a salir en Oblogo, con el post De porqué la quiero.

Les mando un beso a todos. Echen luz acerca del tema de las ideas, por favor.

lunes, 19 de octubre de 2009

Autobombo descarado

Hace un par de semanas me llegó un mail -de esos que me llegan todo el tiempo- ofreciéndome una suma de dinero muy interesante, a cambio de publicar un material del blog, en una revista argentina.

Claramente, acepté la propuesta. For the money monkey dancing. (Ya se que no está bien, puristas del inglés, al primero que corrija le corto las yemas de los dedos).

La revista es Oblogo, y el espíritu de la misma está tan bien expresado por ellos, que todo lo que yo pueda poner para explicarlo es vano, se pueden enterar acá.

La propuesta de la revista está muy buena, se reparte de manera gratuita a la salida de los laburos con una tirada aproximada de 15000 ejemplares (mucho para el paisito, me parece). Acá no llega, pero te podés bajar el pdf por internés sin pagar un sope.

El post que elegimos, es Nueve amantes.

Disculpen que últimamente ando en otra y no hay mucha novedad por acá, pero bueno, por ahora refritamos eso del 2008 que seguro nadie lo leyó.

¡Un beso a todos!

PD: Lo de la guita es mentira, lo hice porque sí, y lo volvería a hacer. Carajo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Mi primer divorcio (Parte 7)

Le expliqué a Martoni que estaba saliendo con Marina, y que era algo que nos interesaba –por un tiempo- mantener en secreto, le dije que seguramente algún compañero jodón nos habría visto juntos, y le mostré el anónimo, le pedí si no era tan amable de salir y comentar su sorpresa por un supuesto pedido mío de rebaja.

Martoni me miró fijo y me explicó que nunca hubiera esperado esto de mí –somos adultos- me decía, como si nuestras edades fueran parecidas. Se llevó la mano la barbilla, fijó los ojos en el techo, y pensó. Yo temblaba por dentro, y también un poco por fuera. Le sugerí que solamente sería por un tiempo, que después yo mismo me encargaría de contarlo como una anécdota al resto de la oficina.

- Es que no hay tiempo-me dijo.
- ¿Cómo que no hay tiempo?
- Fer, ya lo saben todos.

En ese instante se paró y el primero en llegar fue Joselo, después vinieron todos los demás –felicitaciones a la parejita feliz-, decían, y opinaban acerca de nuestra compatibilidad, entre toda la muchachada, también apareció Marina, ella también sabía de la joda que me estaban haciendo a mí. Yo no entendía nada.

Resultó ser que el día que atendí el celular, el que sonaba no era el mío, sino el de Marina, los dos eran iguales, ya que, en realidad, eran de la inmobiliaria. Así nos descubrió José Luís, y enseguida la encaró a Marina para hacerme esa broma a mí. De alguna manera, y si algo rescaté de eso, fue la confirmación por parte de Marina de que no le molestaba que lo supieran todos, así fue que comenzó nuestra relación.

lunes, 5 de octubre de 2009

Mi primer divorcio (Parte 6)

Martoni era nuestro jefe, el jefe de vendedores, era bastante serio, yo no podía caerle con una propuesta descabellada, así que llamé a Marina para ver qué opinaba. Marina ya estaba mostrando (casas) en la calle y no atendió, teníamos prohibido atender frente a clientes, así que le mandé un mensaje de texto, pidiéndole que me llame apenas pudiera, que era urgente.

Cuándo me llamó, yo ya estaba perdiendo la cabeza, estaba inquieto, caliente, molesto e incómodo, pero ya había asumido que iba a solucionar el problema el mismo día.

- Hola, Mar, tengo que decirte algo urgente –le leí el mensaje y le pregunté qué opinaba-
- ¿Y si le decís a Martoni la verdad, y le pedís que nos banque? –Enseguida de decir eso, me dijo que estaban llegando los siguientes promitentes compradores, así que tuvo que cortar

Me quedé pensando, su idea era bastante buena –pedirle a Martoni que salga de la oficina sorprendido, como si yo le hubiera pedido una rebaja de sueldo, y confesarle que Marina y yo estabamos saliendo-. Era buena, era solamente sumar a un compañero a los que sabían la historia, cosa que iba a pasar, igualmente, al día siguiente, de acuerdo a la amenaza.

Igualmente, había una carta más para jugar, yo sabía que uno de los pocos capaces de hacer eso era Joselo, así que lo encaré:

- Jose, te dejaste un papel en mi escritorio.
- Ah… ¿si? ¿qué era?
- Dale Jose, no te hagas el boludo…
- Enserio, no me doy cuenta.
- ¿Enserio? –la desilusión se me notó enseguida-.
- ¿Qué te pasa Fer? ¿estás bien?
- Todo bien, no te preocupes.

José Luis puso la mejor cara de boludo, y siguió laburando, así que me mandé para la oficina de Martoni. En realidad no era una oficina, era un rectángulo formado por tabiques y rebalsado de papeles, con su escritorio al centro.

viernes, 2 de octubre de 2009

Mi primer divorcio (Parte 5)

Yo no sabía qué decirle, así que solamente dejé fluir las cosas hasta que el vino habló por mí, y -a diferencia de las otras veces- ésta vez funcionó. Es que Marina me gustaba enserio.

Durante varias semanas estuvimos viviendo la historia sin contarle nada a nuestros compañeros, salíamos, pero nos manejábamos con discreción, decíamos que era para que nuestros compañeros no nos molestaran. El tema es que no pudimos mantener la reserva. Fue una anécdota simpática, se las voy a contar:

Uno de los días que salimos, yo me quedé a dormir en su casa, la noche anterior habíamos vuelto a tomar un poco de vino, así que a las nueve de la mañana estábamos soñando -Marina siempre soñaba cosas raras-. Decía, que a las nueve de la mañana sonó mi celular, boca abajo y separando un solo brazo lo agarré de la mesa de luz y atendí. Era un compañero. Por la charla que tuvimos, me pareció que había sospechado algo, pero atribuí mi paranoia al sueño, y su titubeo a mi ronquera. Me hizo unas preguntas sobre la oficina, y a los dos minutos volvió a llamar:

- ¡Uy, perdón! Sin querer volví a marcar tu número, quería llamar a Ricardo (otro compañero de la inmobiliaria).
- No pasa nada, che, todo bien.
- ¡Cómo estuvo esa noche, eh! –Dijo, haciendo clara referencia a mi voz ronca-
- La verdad, el lunes te cuento.
- ¿Estás en tu casa?
- Si ¿por?
- No, de repente te querías venir a comer por casa.
- Gracias, pero más tarde me cae gente en casa, te agradezco, enserio.

Terminamos la llamada con un par de formalismos que no vale la pena detallar y volví a dormir. No me extrañó que me invitara a comer, José Luis era de esos personajes dicharacheros, sociable, divertido, jodón, digamos.

El lunes llegué a la oficina un poco tarde. En mi escritorio había un papel, por suerte no lo había visto nadie, el papel decía:

“Ya se que te estás curtiendo a Marina, cada día que pase se lo voy a contar a un compañero más, salvo que le pidas a Martoni que te rebaje un poco el sueldo”

lunes, 14 de septiembre de 2009

El sueño del escritor comunista


Nueve pesos uruguayos equivale a 1,5 argentinos.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Centro de Asistencia al Suicida

- Buenos días, Centro de Asistencia al Suicida, habla Esteban; ¿en qué puedo ayudarle?
- Hola, Esteban, estoy muy mal, muy solo, hace años, estoy planeando aquello.
- Bien, señor. Dígame: ¿quiere zafar de verdad, o hacer un llamadito de atención nomás?
- No, ésta vez quiero hacer “el bueno”.
- Bien, es su decisión, cuénteme: ¿en qué piso vive?
- Piso 2.
- Ok, creo que no va a ser recomendable tirarse por la ventana. Corre el riesgo de quedar con las piernas quebradas. No es la idea. ¿Armas de fuego, tiene?
- No, la verdad que le tengo un miedo bárbaro a las pistolas.
- Bueno, vamos a ver ¿usted tenía alguna idea?
- Yo estaba pensando en alguna pastilla, pero esa la hice la otra vez y me terminaron haciendo un lavaje de estómago porque mi vecino escuchó mi caída.
- Claro, si nos hubiera llamado, le habríamos recomendado que tomara las píldoras ya recostado en su cama. ¿Tiene alguna pastilla ahora?
- No, muy poquito.
- Usted está de suerte, acabamos de inaugurar el delivery de barbitúricos, obviamente, la paga se realiza por adelantado, y en efectivo.
- En realidad, tampoco tengo mucho dinero.
- Bueno, entonces vamos a tener que pensar en métodos más rústicos ¿cuerda tiene?
- Eso sí, tengo una muy buena, de nylon, muy resistente.
- Perfecto, dígame otra cosa ¿tiene su apartamento alguna viga que pueda utilizar para sujetar la cuerda?
- No.
- Entonces vamos a precisar taladro, unos buenos tacos, y buenos tornillos. Esto tiene que quedar bien, bien firme, sino la paraplejía es casi segura.
- No, no, no puedo tomar ese riesgo.
- Por eso le digo, la instalación tiene que ser hecha con mucho ahínco, no se puede perder detalle. Otra cosa: ¿su casa tiene techo alto?
- No, es bien moderna mi casa, es bajita.
- ¿Y usted es alto? En ese caso podría ocurrir que las patitas, rozando el suelo hagan estragos en la intención inicial.
- Si, soy bastante alto. Creo que va a ser difícil colgarme acá…
- Otra opción es la cortada de venas. El corte de venas es una práctica harto complicada, ocurre que el suicida luego de realizar el corte, ante el dolor, suele apretar la muñeca cortada con la mano opuesta, y de esta manera realiza un torniquete natural que detiene el sangrado.
- ¿Qué opción me queda?
- Y…yo creo que su caso es complicado. No hay otra opción.
- Y bué, no queda otra, entonces. ¡Me quiero matar!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Mi primer divorcio (Parte 4)

A Marina la conocí en un trabajo que tuve durante un tiempo, ese trabajo fue una cosa divina, era en una inmobiliaria. La inmobiliaria era bastante grande, los vendedores teníamos todos celulares de la empresa. Además, éramos muchos. Además, éramos mezcla de hombres y mujeres. Veinteañeros. Y, por si fuera poco, Teníamos llaves de casas vacías. Era comunismo, todos laburábamos por un mismo sueldo y una misma calentura. Y era capitalismo, todos queríamos sacar más comisiones, y engancharnos más compañeras.

Ahí tuve una época dorada –o al menos amarillita y con algún brillo- con las mujeres. Cada tanto pasaba algo. Pero la que me gustaba a mí era Marina, Marina tenía la cara linda y pensaba bien. Pero era una mina jodida. Marina había entrado hace poco, y todavía ningún compañero había podido convencerla. Era de las minas que te escupen con cancha. Con calle. Era una mina desafío. Pero no la encaré por eso, la encaré porque tenía cara linda y pensaba bien.

La encaré porque le gustaba la música, porque yo con una mina “me gusta de todo” no puedo estar. Prefiero que le guste lo contrario a mí y confrontar para ver qué escuchamos el domingo en la mañana a que sea una “me gusta de todo”. Las “me gusta de todo” son como las gomitas que vienen adentro de las tapas de coca: La gente las mordisquea, pero no tienen gusto a nada.

Pero claro, no fue encararla así como así, primero nos hicimos amigos, salimos juntos con la barra del laburo, y charlamos borrachos muchas veces en esas salidas en las que el sol termina apuntando con el dedo a los trasnochados. Y fue en una de esas salidas que terminamos enredados.

lunes, 31 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 3)

Mi niñez no tuvo cosas destacables, fui inocente, pícaro, y un loquito lindo de cabellera a lo Cristóbal Colón. El divorcio de mis viejos no me convirtió en un infante criminal. Ni fui resentido con mis coetáneos colegas de escuela, que consultaban, y hasta envidiaban, mi calidad de multi hacendado. Recuerdo aquellas épocas con nostalgia, con cariño, pero no las recuerdo demasiado. Para ser honesto, ya me he olvidado de gran parte de mi infancia.

Igual, quizás ahora no venga a cuento mi infancia, pero bueno, me acordé del episodio del chupete y lo quise contar, por simpático -no yo, el episodio-, pero no, no viene a cuento de nada.

La historia real viene por la actualidad, ahora tengo unos cuántos pirulos más, ya se me están yendo casi todos los granos -de la cara y la cabeza-. Estoy terminando la facultad. Tuve dos novias, y un gran período de soltería entre ellas. O un gran período de soltería delimitado por dos novias. Me gustó para frasearla, perdón, las novias también fueron grandes, sobre todo la última.

Por encaminarme un poco más a lo que soy ahora, podría contar algo sobre ella. Su nombre era Marina, perdón, su nombre es Marina.

lunes, 24 de agosto de 2009

Invasiva

Como todos los días, luego de laburar desde tempranísimo, me acosté a dormir una siestita. Es común que mis siestitas sean cortas, muy profundas y con sueños raros, o muy largas y de levantada zombi. Ese día la siesta parecía de las primeras.

Habrían pasado quince minutos, hasta que un sonido extraño me despertó. No venía de mi casa. Venía de la casa de al lado, era mi vecino. Parece que mi vecino tenía un taladro. Parece que además tenía corriente eléctrica. Y ganas de agujerear paredes.

Al no ser un horario impropio, tuve que aceptar sin quejas. Pero el sonido se hacía cada vez más fuerte. No solo el sonido, también la vibración. Apoyé mi cabeza a la pared que está pegada a mi cama, para intentar precisar qué estaba pasando. En ese momento pude notar como era la misma pared la que vibraba, y exactamente en el punto dónde había apoyado mi cabeza. Al sentirme amenazado, alejé la cabeza. La pared vibraba cada vez más, y enseguida pude ver como la pintura se empezaba a descascarar y caer sobre mi cama.

Estaba muy confundido, así que seguí mirando sin reacción, de repente, cayó un pedazo de revoque, y la punta del taladro asomó de mi lado de la pared. Ahí me asusté y empecé a gritar, del otro lado no respondían.

En un momento, el taladro desapareció y se empezó a sentir otro tipo de sonido. Algo se metía en el agujero. Traté de mirar, pero la oscuridad del pequeño orificio me lo impedía, igualmente, no pasó más de un minuto, hasta que apareció una punta de un cable. Era un cable coaxial, de esos que tienen un círculo exterior, y un pinchito en el centro. Grité y golpee la pared. Pero no pasó más nada. Quedó nuevamente todo en silencio.

Finalmente, me di cuenta que el cable, encajaba perfecto en un televisor que tenía en desuso, así que acerqué la tevé, tiré un poco de la punta del cable y lo conecté.

Ahora no duermo más siestas, ya no sueño más. Corrí la cama, y la tele sigue ahí.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 2)

Luego de eso vinieron las otras cosas. Vino la madurez de los tres años. Vino saludar por teléfono a la gente que me llamaba, y bueno, ni hablar que los pañales ya habían volado hace tiempo.

Pero el camino de la madurez no se detuvo allí, sino que además, me comenzaron a exigir respeto para con la nona, que ya estaba viejita, me pidieron que me porte bien en la casa de mis amigos, y que junte los chiches -en la mía-. Además, comenzaron a hacerme valorar la familia, me enseñaron a visitar, y a recibir con cariño, las visitas de mis tíos, de mis primos, y de mis primas (incluyendo aquella tan linda). Y me enseñaron también a visitarlo a él. A papá.

Los fines de semana son de papá, decía mi vieja, y entre semana, nos quedamos acá en casa. Era entre semana, el orden, el trabajo, la escuela, y la madre. Y el fin de semana casa nueva, cama nueva, cuarto nuevo, y aparentemente querían encajarme madre nueva, pero no aflojé.

Los años sucesivos se pasaron así, visitando una abuela, y la otra, unos primos, y los otros, y la prima linda ya no me gustó más. Ese fue mi primer divorcio.

lunes, 17 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 1)

Cuando era chico, mis viejos me llevaron dejar por siempre mi chupete a un programa de televisión. Ese fue mi primer divorcio.

En el show, aparecía un robot extraterrestre que tenía una pinza por mano, de la cual colgaba un canasto, dónde se suponía que los niños buenos debían dejar su tesoro más preciado.

La ceremonia comenzaba con una serie de afrentas públicas, donde el conductor del programa gozaba mandando los trapos sucios al lavadero. Las frases con las que me buchoneó a mí, fueron exactamente las siguientes:

- Parece que Fernando, le pega al hermano, y además, le esconde los dientes postizos a su abuela.

Lo que seguía a la delación, era la respuesta condenatoria del público, que propulsaba variopintas expresiones de horror, que yo solamente respondía con pucheros.

Luego de la condena popular, el beneficiado, debía dejar el chupete en el canasto del robot -y así lo hice-, para finalmente recibir el aplauso del público y las frases complacientes del conductor de la farsa.

Finalmente, me hicieron unos regalos provistos por el principal auspiciante, y me volvieron a aplaudir y vivar. Ese fue mi primer soborno. Y mi primer divorcio, claro.

viernes, 7 de agosto de 2009

De pesado

Vení, vení, arrimate, vení a conversar un ratito. Vení. Conversame en bombacha, dale. No te estoy escuchando, lo sabés, y te encanta. Vení que te voy a cantar las cuarenta, veníte, veníte que te echo la falta con veintitrés y achicás, dale. Caminá, caminá, te digo. Caminá y ponete contra el paredón que te voy a tirar unos tiros. ¿O qué? ¿Vas a arrugar? Movete, mocosa. Calladita, vamos. No provoque, le digo. No provoque que sabe que se le complica. Epa. No se ponga bellaca. Córtela con esa picardía. No me mire así. Pare. Pare un poquito. No, no hagas eso. Soltá. Pará, vayamos más despacio. No era para tanto, che.

miércoles, 29 de julio de 2009

Olor

El olor no es problema mío, el problema es que mi olor molesta a los demás. Y no es asunto de higiene, yo me baño, sin embargo a la hora, hora y media, Dios se olvida de su omnipresencia por no acercarse a mí.

Por hablar sin eufemismos, podríamos decir que no es olor feo, quizá deberíamos llamarle simplemente hedor. No entiendo porqué, pero resultó que los efluvios de mi cuerpo son pestilentes, nauseabundos, y penetrantes.

El problema del olor no es mío, el problema que sí es mío es que no encuentro con quién aparearme. Digo, al menos nadie lo ha hecho sin vomitar.

Lamentablemente, llegando a la mitad de mi vida, no he podido solucionar este problema ajeno a mí, sin embargo, ya se como salvar la vida de mi hijo, en el caso de que él llegue. Mi hijo no va a apestar, por definición.

Mi hijo se va a llamar Inodoro.

lunes, 27 de julio de 2009

La inutilidad de los libros (Roberto Arlt)

Me interesó este libro de Arlt, aunque no lo tengo (en papel) ni se siquiera si se conseguirá fácilmente en las librerías montevideanas. El libro se llama "Aguafuertes porteñas" y es un rejunte de crónicas escritas por Arlt para el diario "El Mundo".

En Aguafuertes, aparece Arlt en primera persona, con mucho humor, y un lenguaje simple, cercano al pueblo -diría Luis Almirante Brown-, creo que es un libro que está muy recomendable, si alguien ya lo leyó, o quiere aportar algo, es bienvenido.

En particular, el fragmento que les paso habla acerca de la inutilidad de los libros, me resulta otra que irónico el hecho que, justamente, el postulado se publique en un libro.



LA INUTILIDAD DE LOS LIBROS

Me escribe un lector:
"Me interesaría muchísimo que Vd. escribiera algunas notas sobre los libros que deberían leer los jóvenes, para que aprendan y se formen un concepto claro, amplio, de la existencia (no exceptuando, claro está, la experiencia propia de la vida)".


NO LE PIDE NADA EL CUERPO...

No le pide nada a usted el cuerpo, querido lector. Pero, ¿en dónde vive? ¿Cree usted acaso, por un minuto, que los libros le enseñarán a formarse "un concepto claro y amplio de la existencia"? Está equivocado, amigo; equivocado hasta decir basta. Lo que hacen los libros es desgraciarlo al hombre, créalo. No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho.
Si hubiera un libro que enseñara, fíjese bien, si hubiera un libro que enseñara a formarse un concepto claro y amplio de la existencia, ese libro estaría en todas las manos, en todas las escuelas, en todas las universidades; no habría hogar que, en estante de honor, no tuviera ese libro que usted pide. ¿Se da cuenta?
No se ha dado usted cuenta todavía de que si la gente lee, es porque espera encontrar la verdad en los libros. Y lo más que puede encontrarse en un libro es la verdad del autor, no la verdad de todos los hombres. Y esa verdad es relativa... esa verdad es tan chiquita... que es necesario leer muchos libros para aprender a despreciarlos.


LOS LIBROS Y LA VERDAD

Calcule usted que en Alemania se publican anualmente más o menos 10.000 libros, que abarcan todos los géneros de la especulación literaria; en París ocurre lo mismo; en Londres, ídem; en Nueva York, igual.
Piense esto:
Si cada libro contuviera una verdad, una sola verdad nueva en la superficie de la tierra, el grado de civilización moral que habrían alcanzado los hombres sería incalculable. ¿No es así? Ahora bien, piense usted que los hombres de esas naciones cultas, Alemania, Inglaterra, Francia, están actualmente discutiendo la reducción de armamentos (no confundir con supresión). Ahora bien, sea un momento sensato usted. ¿Para qué sirve esa cultura de diez mil libros por nación, volcada anualmente sobre la cabeza de los habitantes de esas tierras? ¿Para qué sirve esa cultura, si en el año 1930, después de una guerra catastrófica como la de 1914, se discute un problema que debía causar espanto?
¿Para qué han servido los libros, puede decirme usted? Yo, con toda sinceridad, le declaro que ignoro para qué sirven los libros. Que ignoro para qué sirve la obra de un señor Ricardo Rojas, de un señor Leopoldo Lugones, de un señor Capdevilla, para circunscribirme a este país.


EL ESCRITOR COMO OPERARIO.

Si usted conociera los entretelones de la literatura, se daría cuenta de que el escritor es un señor que tiene el oficio de escribir, como otro de fabricar casas. Nada más. Lo que lo diferencia del fabricante de casas, es que los libros no son tan útiles como las casas, y después... después que el fabricante de casas no es tan vanidoso como el escritor.
En nuestros tiempos, el escritor se cree el centro del mundo. Macanea a gusto. Engaña a la opinión pública, consciente o inconscientemente. No revisa sus opiniones. Cree que lo que escribió es verdad por el hecho de haberlo escrito él. El es el centro del mundo. La gente que hasta experimenta dificultades para escribirle a la familia, cree que la mentalidad del escritor es superior a la de sus semejantes y está equivocada respecto a los libros y respecto a los autores. Todos nosotros, los que escribimos y firmamos, lo hacemos para ganarnos el puchero. Nada más. Y para ganarnos el puchero no vacilamos a veces en afirmar que lo blanco es negro y viceversa. Y, además, hasta a veces nos permitimos el cinismo de reírnos y de creernos genios...


DESORIENTADORES

La mayoría de los que escribimos, lo que hacemos es desorientar a la opinión pública. La gente busca la verdad y nosotros les damos verdades equivocadas. Lo blanco por lo negro. Es doloroso confesarlo, pero es así. Hay que escribir. En Europa los autores tienen su público; a ese público le dan un libro por un año. ¿Usted puede creer, de buena fe, que en un año se escribe un libro que contenga verdades? No, señor. No es posible. Para escribir un libro por año hay que macanear. Dorar la píldora. Llenar páginas de frases.
Es el oficio, "el métier". La gente recibe la mercadería y cree que es materia prima, cuando apenas se trata de una falsificación burda de otras falsificaciones, que también se inspiraron en falsificaciones.


CONCEPTO CLARO

Si usted quiere formarse "un concepto claro" de la existencia, viva.
Piense. Obre. Sea sincero. No se engañe a sí mismo. Analice. Estúdiese. El día que se conozca a usted mismo perfectamente, acuérdese de lo que le digo: en ningún libro va a encontrar nada que lo sorprenda. Todo será viejo para usted. Usted leerá por curiosidad libros y libros y siempre llegará a esa fatal palabra terminal: "Pero sí esto lo había pensado yo, ya". Y ningún libro podrá enseñarle nada.
Salvo los que se han escrito sobre esta última guerra. Esos documentos trágicos vale la pena conocerlos. El resto es papel...

jueves, 23 de julio de 2009

Triple traición

Franco y Guillermo, eran amigos de toda la vida, pero amigos, amigos. De esos que parecen siameses. Franco –y también Guillermo- eran tipos de guita, de mucha guita. Los viejos de Franco eran dueños de una cadena de supermercados, y los de Guillermo importaban no se qué cosa y la vendían acá al mayoreo.

Los tipos vivían en un barrio de la high, y ahí se habían conocido, desde chicos. También fueron al mismo colegio, debutaron juntos, y fueron mil veces compañeros de correrías.

Un buen día, Guillermo se puso de novio, y en pocos meses se casó con María del Luján, una pendeja que era muy buena gente, y además, estaba recontra fuerte. Pero Guillermo, que era flor de bandido, desde un primer momento la tuvo para el chijete y le puso las guampas todas las veces que pudo.

A todo esto, se enteró Franco del asunto y le mandó un mail a María, diciendo:

Mery, me enteré de lo que está haciendo Franco, y discutí fuerte con él, terminamos a las piñas y hasta me comí un par de garrones que me dio el pija de tu cuñado, escuchame, tenía ganas de decirte de ir a tomar algo el sábado, avisame si te dan ganas, un beso.

El sábado se juntaron, y terminaron encamados. Pero Franco no había llevado forros, así que, en determinado momento, paró la acción para pedirlos por teléfono. María –que estaba caliente como una pava- le dijo que no importaba, que siguieran, que ella estaba tomando las pastillas.

A los tres meses, María se separó de Guillermo. La carta del poder judicial llegó a la casa de Franco. Pedía un ADN, y el pago de la pensión para su futuro hijo.

viernes, 17 de julio de 2009

Triple tuerto

Era Franco de Acevedo Galo, mozo de lugares y hacienda, de bien habida y mucha fortuna, noble y honrado, pretendido de doncellas, y adorado de sabios y de vulgo. Su amigo, que siamés parecía, era Guillermo Roca Román, de no menos lugares y fortuna que nuestro antemencionado Franco.

Franco y Guillermo, díjose, vivían una vida sola en sus vecinas tierras. Guillermo, era también señor y amo de castillos y hacienda, por que atrujo la mirada de doncellas no contadas, al par de su par. Por ser Guillermo bien armado de paciencia y entendimiento, no eligió la enemiga de sus sueños, hasta no haberse asegurado de su grande discreción, comedimiento, y fermosura que ni sol de agosto le empatase. María de Luján Alcalá, contrajo estado con Guillermo a sus veintiuno años, por permiso de su padre, que en viendo la mucha discreción de Guillermo, no dudó de darle en casamiento.

Mas Guillermo no contentose con haber la más bella de las princesas, por precisar, pareciese, de más de una enemiga para vivir de buenas formas. La mala vida de Guillermo descubriose un último de marzo por Franco, que pronto interpeló en cara a Guillermo.

Las razones allí dichas fueron tan muchas como variopintas, por lo que no vienen al caso, como sí viene el deseo de Franco de acometelle a mojicones a su hermano por el grave desaguisado fecho. Mas no hubo allí pelea en brazos, sino en argumentos y razones.

Al otra semana, y en silencio rapaz, escribió Franco un billete para María de Luján y enviole por un mancebo de su hacienda, así rezaba el dicho:

“Fermosa y mi bien amada María:

Ya no puede soportar mi entendimiento el trato de mi amigo de otro tiempo, para vuestra merced. Llegó a mis ojos y a mis razones, que hubo Guillermo caído y no una, sino muchas veces, en tentación y en pecado. Porque pido que termínese su relación y contemple vuestra merced de posibilidades de ver el amanecer desde mi balcón en próximos momentos.

A sus pies, Franco”


Otro día de haber recibido María el billete de Franco, golpeaba la puerta del su castillo por proponelle de tener amores y criar un pequeño, comenzando luego. A lo que Franco respondiole que no podía aún tener un niño, por deber cumplir el servicio de marina el año entrante. De éste modo, y por las mismas razones, propuso María de Luján de engendrar igual el crío, y tenelle, y decille a Guillermo que él era su padre. Pedido al que accedió Franco, más por lujurioso qué por convencido de buena forma.

La relación, entonces, de Franco y María, se mantuvo secreta por durante dos meses, al cabo de los cuales, preñada María, alegre y campante contó al pueblo, del primer noble al último pastor, que habiendo dejado al infiel Guillermo por habelle puesto cuernos, era ahora esposa y madre del pequeño hijo de Franco de Acevedo Galo.

jueves, 9 de julio de 2009

¿Vos te crees que esto es una pensión?

- ¿Será posible que llegues otra vez borracho y a las siete de la mañana?

- Bueno mamá, es que...

- ¡Es que nada! ¿Vos te crees que esto es una pensión?

- Bueno, a decir verdad, sí mamá, te recuerdo que desde que papá falleció -víctima de aquella brutal enfermedad que lo fue secando hasta que crujió como una hoja en otoño- nos tuvimos que venir a vivir a una pensión, ya que papá era el que laburaba, mientras vos te hacías las manos y los pies, te peinabas, y te comprabas ropita sexy para los otros. Porque en eso sí tenés razón, el viejo llegaba tan cansado del laburo que no te tocaba ni una canción en el piano.

- Ah, ok.

lunes, 6 de julio de 2009

Carnicería "La abuelita"

Al fin llegó, para todos aquellos que la estaban esperando, Carnicería "La abuelita".

Así es amigos, llegó "La abuelita", la carnicería para ex-vegetarianos. Ustedes se preguntarán en qué consiste una carnicería para ex-vegetarianos, pues en sencillos términos lo pasaremos a explicar.

El querido y respetable vegetariano no come carne por no andar matando a los bichitos, y nosotros, con esta propuesta los vamos a dejar fríos, porque carnicería "La abuelita" es la única carnicería que vende carne de animal fallecido por obra y gracia del señor.

Vendemos animales muertos por muerte natural. Animales muertos de viejitos. No matamos al animal, somos pacientes y esperamos que se muera solo.

Para que tu chimichurri no bañe la crueldad: Carnicería "La abuelita".

miércoles, 1 de julio de 2009

De porqué la quiero

La quiero porque me abrazó llorando en un concierto, y no estaba emocionada por la letra de la canción, sino por la música. La quiero porque dice que mis lágrimas son más saladitas que las de ella, y me pide que pruebe. La quiero porque se despierta todos los días con la canción “Despeinada”. Porque cuando era chica le regalaron una muñeca flaca, y le puso pancita para que se pareciera más a su mamá. Porque es rara. Porque está loca la quiero. Aunque después me queje de eso, la quiero porque esta nena es un tango en inglés.

lunes, 22 de junio de 2009

Cuestión de costos

La noticia había volado por el pueblo: el conocido ejecutivo de traje y sonrisa planchados y semi-permanentes tenía en el PC de su empresa un arsenal de porno infantil.

Él, negó haber puesto allí esos archivos, sin embargo, las auditorías realizadas por el equipo de informática no se ponían de acuerdo con su afirmación.

Además de ser un hombre muy conocido en el lugar, el señor era muy apreciado por la mayor parte de las personas de su entorno, miembro del Opus Dei, padre ejemplar de nueve hijos, y señor cero faltas en la misa de once dominical. Así fue que uno de sus amigos le ofreció un trabajo mejor al día siguiente de su despido.

Esta noche, en la cama, su señora es acosada por las preguntas del silencio ¿sería verdad? ¿Sería capaz su marido –padre de nueve hijos- de excitarse mirando niños? O peor aún ¿sería capaz de calentarse con sus propios hijos?

El silencio preguntó, y fue el mismo silencio el que recibió las lágrimas de la mujer. Esa noche, un costado de la almohada se empapó de dudas y certezas. Llorar en silencio es algo horrible, pero ocurre que la hipocresía también tiene sus costos.

jueves, 18 de junio de 2009

Etapa de links

Hola a todos. En algún momento, cuándo armé en mi mente este blog, por allá por fines de 2006, yo leía unos pocos blogs ajenos, y decidí crear uno para mí.

En aquel entonces, me pareció que casi todos los blogs hablaban en primera persona, es decir, los autores hacían permanente referencia a sí mismos, a su vida, sus pareceres, sus anécdotas, su familia, su trabajo, etcétera.

Fue por eso que concordé bastante con Escanlar (el que no lo conoce no se preocupe) cuando dijo que el ambiente blogger era "resentido y masturbatorio". Ojo, yo resentido no soy.

Y fue también por eso que decidí que en mi blog, nunca iba a hablar yo, sino que solamente iba a publicar historias, y me otorgaba la licencia para contestar desde mi persona, solamente en los comentarios.

Además, decidí que no iba a poner una sección de links, porque no me importaba si alguien me linkeaba o no, y tampoco quería seguir la estructura típica de un blog en donde muchas veces pareciera que se linkea a otro para que el otro también lo linkee a uno.

Finalmente, decidí, que por más tentado que estuviera, nunca agregaría a chicas de la blogósfera a el msn, sino que, en todo caso, solamente aceptaría si ellas me agregaran (algo sin sentido, pero bueno, en fin).

Una a una, he ido violando todas esas reglas, así que me pareció por demás ingrato seguir sin tener una lista de links. Además, a través de este mismo post, me permito postear lo que se me ocurra, sea relato, historia, opinión, columna deportiva, y lo que sea.

Podría ser que, con este cambio, aparezcan posts más frecuentemente, y de calidad sensiblemente inferior, lo cual no es poco decir.

Besos a todos.

miércoles, 3 de junio de 2009

Rapto (Parte 4 -Última-)

Salí de casa más a tomar aire, que a comprar cigarros, la verdad es que la discusión de mi mujer con Mario, me tenía bastante desconcertado.

Caminé unas cuadras bajo la lluvia, pensando qué era lo que tenía que hacer, como padre, como esposo. Reflexionando sobre lo que había pasado, en suma.

Súbitamente, un rayo de luz entró en mi cabeza. Un rapto creativo me llevó la mente hacia otro lugar. Para colmo de males, no había llevado la libreta. Pero lo tenía que hacer. Esto lo tenía que escribir.

¡Puta!, ¡como llueve!, las bufandas de los transeúntes están empapadas. Sería bueno inventar unas que tuvieran un lado impermeable y el otro cálido.

domingo, 31 de mayo de 2009

Rapto (Parte 3 -Penúltima-)

Llegué a casa derechito a contarle a mi marido el caso, hasta pensé que podría conocer al escritor que tuvo la urgencia de escribir en ese momento y la peculiaridad de dejar el escrito en manos de un desconocido sin claras razones.

Lamentablemente Mario, nuestro hijo adolescente, no me dejó ni llegar cuándo ya me encontré de nuevo discutiendo con él.

Marito quería ir a un recital con los amigos, pero no quería ni que lo lleváramos, ni que lo fuéramos a buscar. Aparte ya cuándo llegué estaba tomando cerveza con el padre. Eso que el papá sabe que a mi eso me revienta. En plena tarde tomando cerveza con un casi niño; ¿dónde se ha visto?

Encima estaba lloviendo, discutimos un rato, encima el concierto era en un lugar al aire libre, le traté de hacer entender que no podía estar dos horas mojándose, ¿pretendía enfermarse? Él no entendía razones. No había quién le convenciera de quedarse en casa.

El padre no ayudaba, quedaba en silencio, de repente se paró y avisó que iba a comprar cigarros. Yo me quedé sola, como una tarada, discutiendo con Mario. Siempre yo, la mala de la película.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Rapto (Parte 2)

En mis veinte años de librero no me había ocurrido algo igual, de pronto me encontraba más interesado por leer las seis hojas manuscritas que tenía en mis manos, que por leer cualquiera de los libros que me rodeaban en el salón. Varios Premio Nobel incluidos.

El final de la jornada fue difícil, estuve en la duda, evaluando entre lo que me pedía la voluntad inmediata, el deseo, y sopesándolo contra la moral esa que me decía que el escrito del señor debería seguir siendo privado, hasta tanto él me invitara a leerlo. Pensé que sería una buena opción hacerle alguna pregunta mañana, a ver si me contaba algo.

Llegué a casa y le conté a mi mujer enseguida; ¡a alguien se lo tenía que contar! No me aguantaba. Ella me dijo que era raro. ¿No sería una carta que yo debía haber leído? ¿Y si se intentaba comunicar con alguien a través de mí? ¿Pero que tengo yo de especial? Ella, no se si movilizada por la curiosidad, o por éstas otras cuestiones, me sugirió que leyera el manuscrito al otro día temprano. Y que la llamara para contarle.

Llegué temprano a la librería al otro día. Entré sin llegar a abrir la cortina de metal del todo, y encendí las luces. Lo primero que hice fue buscar las hojas.

No fue poca la decepción que sentí cuándo leí en las mismas un cuento infantil. Hablaba de un niño que tenía un pez, y como le quería mucho, pero al mismo tiempo quería que conociera su hábitat natural, lo puso en una pecera tapada y sellada con acrílico y hundió la pecera en el mar.

¡Qué decepción! Estaba bien escrito, pero ¡qué decepción!; llamé a mi mujer, no lo podía creer. Le dije que le iba a guardar una copia, para mostrársela.

La mujer del librero le contó lo que había pasado a una de sus compañeras de trabajo. Era bastante extraño el suceso. La compañera quedó un rato teorizando al respecto, justamente ella podía tener buenas ideas sobre el caso, porque su compañero de la vida también era escritor. Decidió que se lo contaría al llegar a casa. Quizás él pudiera aportar información valiosa sobre el curioso hecho.

domingo, 24 de mayo de 2009

Rapto (Parte 1)

Llegué presuroso a la librería de la ciudad vieja. Afuera la llovizna empapaba las bufandas de los transeúntes, pensé que era una pena que no se hubieran inventado las bufandas con un lado impermeable y el otro cálido. No me quedó demasiado tiempo para procesar esa idea, mi camino iba empapado de otras cosas; no entré a la librería por la lluvia.

La antigua librería no era una casa donde se vendieran artículos de papelería, sin embargo, luego de calmar mi agitación echando a mis pulmones dos fuertes bocanadas de aire tibio, le pedí al dueño del local que, por favor, me vendiera un bloc y una lapicera. No me gusta escribir con lápiz. Nunca me gustó.

Afortunadamente, los productos que solicité, estaban disponibles para la venta, y, si bien no eran de buena calidad, serían útiles para mi propósito. Una vez que me los entregaron, le pedí al amable caballero si me permitía, allí mismo, tomar unas notas. De buen modo, el señor accedió, e incluso me proveyó de una silla un tanto desvencijada que yacía en un rincón del local.

No pasó más de un minuto hasta que comencé a escribir, al principio, pensé que sería entretenido que el dueño del local me consultara qué era lo que escribía. Después se me antojó que no, incluso me daría un poco de vergüenza.

El dueño de la librería, por su parte, luego de entregarle la silla al apurado cliente, se sentó en su butaca detrás de la caja registradora. Intentaba no mirarle continuamente, por no incomodar, pero no podía evitar echar unas miradas de reojo cada tanto. La curiosidad le carcomía. Finalmente, para resolver el tema de la ansiedad decidió pararse para ordenar los libros en los estantes, tarea que desarrollaba hace más de veinte años, al menos dos veces por semana. De acuerdo a las preferencias de los compradores, los estrenos, los best sellers, los pedidos de los distribuidores, e incluso de los escritores locales, que acudían a la librería a presentar sus libros y –al pasar- le pedían una mejor ubicación para su material.

El trabajo de organización sacó un poco al librero de su intromisión en la labor del visitante, pero no del todo, de a ratos, si la posición de trabajo se lo permitía echaba una mirada invisible al hombre que escribía.

Mientras escribía, el calor me comenzó a sofocar. Más por los nervios que me generaba tener un observador constante que por una cuestión física. No aguantaba más, así que con movimientos disimulados, como intentando no llamar más la atención, me saqué la gabardina, dejándola en el respaldo de la silla, al revés. Con el forro a la vista, digamos.

La verdad, es que no podía parar de escribir, cada tanto sentía la mirada del dueño del local en la parte superior de mi cabeza gacha, pero al levantarla, el hombre ya no me miraba. Como dije, no podía parar de escribir, así que sólo atiné a darle un poco de conversación para hacer la situación un poco menos tensa:

- Discúlpeme, es que…
- No se preocupe – interrumpió- escriba tranquilo, aquí la gente que escribe es bien recibida.

No logré comprender si intentaba ser cordial, o si quería saber si yo era o no escritor. Quizás podría mentirle, me entretuvo pensar en mentirle, pero había sido demasiado amable. Tampoco quería decir la verdad, así que sólo agradecí.

La verdad es que sí, soy escritor, suelo ir por la vida con una libreta que me sirve de enano memorioso en los momentos en los cuáles una idea viene. Así perpetúo un par de frases, o tres palabras sueltas, en una de las páginas de la libreta. A veces sirven.

En determinado momento, entró a la librería una pareja de jóvenes, iban decididos, compraron un clásico, no tenían pinta de haber leído demasiados clásicos, pero se ve que querían darle una oportunidad a los muertos. Cuando se retiraban, pasaron frente a mí y tuvieron un diálogo a un volumen casi imperceptible.

- ¡Mirá!
- Qué fenómeno –dijo la chica riendo-.
- Estaría bueno que cada tanto le diera un manuscrito a la gente que pasa ¿te imaginás?
- Buenísimo…

Eran jóvenes, y por lo visto pensaron que yo era algo así como una exposición viviente. Ellos le dicen performance, ó intervención. Yo lo se porque a mi me invitan a esas cosas. Me parecen ingeniosas, algunas, pero la verdad es que nunca me cierran del todo. Son una cosa muy puntual. Los muchachos me miraron durante menos de un minuto y se fueron.

Si bien el entorno no era del todo favorable, y me estaba sintiendo un poco observado, ésta vez no pude escribir ni dos frases ni tres palabras, sino que escribí un relato entero. Llevó seis hojas del bloc, supongo que habrán sido veinte minutos. Pero simplemente no pude parar. Además, si bien estaba un poco incómodo, el señor había sido muy amable conmigo, con lo cual, los veinte minutos se sobrellevaron con bastante calma.

Luego de haber terminado, me di cuenta que las hojas se me mojarían si volvía a la calle con ellas. Si bien estaban para corregir, la verdad es que no quería perderlas. Estaba bastante entusiasmado con su contenido. Decidí pedirle al dueño de la librería que me guarde las hojas, le expliqué que volvería a buscarlas al día siguiente. Una vez más, el señor se comportó de manera muy amable. Doblé el conjunto de hojas al medio y lo dejé en sus manos.

lunes, 11 de mayo de 2009

Justicia

El estafador
Nombre: Martín
Edad: 37 años
Profesión: Mosquetero

La mosqueta es un juego en el cual un jugador intenta adivinar, apuesta mediante, debajo de cual de los tres vasitos invertidos está la bolita. La bolita es movida por el mosquetero que la intenta dejar debajo de un vaso, sin que el jugador pueda notar cuál es, incluso puede dejar la bolita en sus manos, y estafar luego al jugador, siendo ésta la práctica más común en la feria de Tristán Narvaja.

Ese día, Martín se levantó temprano, juntó su gente, y cayeron a la feria. Casi me olvido de contarles: el mosquetero nunca hace el juego solo. Siempre utiliza otros jugadores falsos, que simulan apostar y ganar, para poder luego conseguir clientes verdaderos, a los cuáles estafan. Además, los jugadores falsos, pueden avisar si viene la policía, e incluso, pueden participar en una reyerta, en caso que se arme.

La mañana vino normal, hasta casi llegado el mediodía, sin sobresaltos, policía no pasó, el único que pasó fue Roque, saludó y siguió.

En un momento cayó uno. Tenía bastante cara de gil, eso le daba pie a Martín, como para ir secándolo de a poco. En la primera nomás, le hizo perder cien pesos. Para la segunda el hombre intentó recuperar, así que apostó doscientos. También perdió. Así que empezó a hacer apuestas de doscientos, todas corriditas. Perdió todas.

La expresión del rostro del perdedor se va desgastando, eso es normal, Martín está acostumbrado a verlo. Comienza en la ilusión, la expectativa propia de quién apuesta y espera ganar. Y termina en la decepción total, en la desesperación, en no saber cómo explicar lo que pasó a la mujer. En fin.

Así que Martín hizo la clásica. Cuándo lo tenía totalmente seco, le dio una. Le dejó ganar una jugada. Eso, Martín lo sabe, le da un poco de aire al jugador, que piensa que puede empezar a recuperarse, pero nada más lejos de eso. Es una técnica común, utilizada por los profesionales del rubro. Martín era uno.

La cara del jugador, hasta aquí no sabemos su nombre, tomó un poco de energía nueva con la victoria, aunque, en realidad, lo que había ganado no era una suma significativa con respecto a lo perdido. En éstas ocasiones, cuando el jugador se va secando, suele tomar una decisión drástica, normalmente, el jugador en el final, hace una jugada grande, esperando recuperarse, o sino, raras veces, para de jugar, teniendo aún algún peso en el bolsillo.

En éste caso, la jugada del final fue grande, cuatro mil pesos en una bola –si marcho me quedo sin el alquiler- dijo el jugador, que ya tenía la cara petrificada por la tensión.

Para la última bola, Martín hizo el show bastante interesante, pasó la bola por todos los vasos, y al final, como casi todas las otras veces, la sacó apretada entre uno de los dedos de su mano derecha y la palma de la misma mano. Las bolas de mosqueta son blandas, justamente por eso se logran camuflar más fácilmente.

Martín terminó el mareo de los vasos, retiró la bola, y presentó las tres opciones al jugador cuya cara, desfigurada, transmitía unos nervios que superaban cualquier límite preestablecido.

-¿Puedo darlo vuelta yo?
-Cómo no –Martín estaba seguro de ganar-

El jugador, que estaba en pose de resignación, sacó las manos de los bolsillos y con un movimiento rápido dio vuelta uno de los vasos.

La bolilla estaba ahí.

El jugador
Nombre: Pedro
Edad: 34 años
Profesión anterior: Mosquetero

Pedro también pasó a buscar a su gente antes de ir a la feria. La trifulca estaba asegurada.

lunes, 4 de mayo de 2009

Los hijos

Que las obras de arte son como hijos de uno, es algo que ha sido dicho una y mil veces por artistas de las más diversas disciplinas. Aunque no se bien si es correcto utilizar el término disciplina. Como sea.

En mi caso particular, pero estoy seguro que le ocurre a varios de mis amigos del ambiente de las letras, el origen de mis novelas, de mis obras de teatro y de todas mis publicaciones, es mi cuarto. Mi búnker.

Es el lugar dónde el aire parece querer indicarme como seguir. Es el único lugar dónde las cosas me salen bien, o más bien, es el único lugar en dónde me salen, de alguna manera.

Pero en tu caso salió perfecto, Santi, sos mi mejor obra de Arte.

Reglamento

...

martes, 28 de abril de 2009

Nunca hay todos felices

La celebración era totalmente descontrol-anarco-caótica, el vino brotaba de las botellas cómo lava, pero fresco. La alegría también.

La mesa y la música eran los centros de la fiesta. Los festejantes eran satélites que orbitaban en un ocho imaginario alrededor de sus soles obscurecidos.

Sin embargo, la alegría no era total, porque nunca hay todos felices. Porque la cantidad de lágrimas del mundo es constante. Y por cada risa, hay un nudo en la garganta.

Y por culpa del salvaje canibalismo de la perdiz feliz.

domingo, 12 de abril de 2009

La cena

La chica estaba sentada a la mesa, de vestido. La carne tomaba calor en el horno, iba bien. El postre estaba listo desde el mediodía. Lo que faltaba era el vino.

El vino lo iba a traer Raúl, el invitado. Raúl es un flaco que Tatiana conoció en un cumpleaños de una compañera de trabajo, de una cayó en gracia y ese día se fueron juntos.

Ahora sonaba el celular, era Raúl, dice que se le complicó en el laburo, que perdone, que no iba a poder ir hoy. Todo bien. Dale. Beso. La reputísima madre que te parió.

El celular vuelve a sonar. Era Ernesto. Ernesto labura con Tatiana. Siempre le quiso entrar, pero Tatiana siempre buscó maneras para evitar complicaciones. Hoy no. Hoy complica sin pensar.

Dice Ernesto que la llamaba para saludarla, y para ver qué iba a hacer el fin de semana. Dice Tatiana que se venga. Le pide que traiga un vinito, que ella apronta rápido algo para comer.

Pasa apenas media hora y el timbre avisa. Se pudre todo. No era Ernesto. Era Raúl. Dice que era un chiste lo de que no iba a poder ir. Le parece gracioso.

Tatiana lo hace pasar y le ofrece algo de tomar, le dice que está un poco incómoda. Que le de unos minutos que se va a cambiar de ropa. Hace cara de “no preguntes”.

Adentro del dormitorio llama a Patricia, Patricia es amiga de Tatiana, vive cerca de Ernesto y lo conoce. Le explica lo que pasó y le pide que, por favor, lo pase a buscar y que vayan juntos a la cena.

Le dice que Raúl trajo un vino y que Ernesto quedó en llevar otro. Le pide que lleve uno más.

lunes, 6 de abril de 2009

Partido

Estamos sentados mirando el mar, ella mira el mar, yo la miro a ella. Quiero que pasen cosas. Cosas chanchas. La beso y la intento tocar. Se hace la difícil, me corre las manos. Igual intento tocarla con el antebrazo, a ver si afloja.

Soy el delantero estrella de la noche, me enfrento al último defensa que no dejé mareado en la cancha, la piso, me agarra de la camiseta, la muevo cómo nunca, le pego un codazo cortito, el árbitro no me ve. Lo dejo parado.

La nena no afloja. Tiene carácter. Me saca también el antebrazo. Me revolea los ojos a modo reprobatorio. Me disgusta. Pongo el freno.

El arquero me mira desafiante, ya dejé a todo el cuadro atrás, tengo un compañero para darle el gol pero elijo hacerlo yo, la tiro suave, a colocar. El guardameta casi ni se inmuta. Abraza la pelota. Saca rápido.

Me pide que pare, dice que estoy siempre pensando en eso. Que basta. Que si no me doy cuenta que no. ¿Que no qué?; Que no. Dice que prefiere que volvamos, que no se siente bien.

La pelota vuela por la mitad de la cancha sin que la podamos frenar, ahora soy medio campista y la veo pasar. Los tipos tocan y tocan, no hay marca y no podemos cortar los pases.

Le pregunto qué le pasa, que si era algo que podíamos arreglar no teníamos porque sufrirlo así. Me dice que no soy yo, que es ella. Dice que apareció otro pibe, que piensa demasiado en él. Que todavía no pasó nada, pero que lo piensa mucho y que le parece que no corresponde. Dice que quiere vivirlo, dice que no dice más.

Estoy parado al frente del arco, las manos transpiran debajo de los guantes, el delantero del otro cuadro corre a toda velocidad hacia mí. Los defensas están tomando mate y jugando a las cartas en el bar de la esquina. El delantero estrella, suelta un cañonazo a una punta. Termino tirado adentro del arco. La pelota rompe la red.

Otro partido. Cero a cero y pelota al medio. La moneda vuelve a girar.

sábado, 28 de marzo de 2009

Descontrol

Estaba tirado en la cama en estado alfa cuándo ocurrió lo inesperado: el dispositivo que tenía en mi pecho comenzó a vibrar. Sospeché que sería un teléfono celular. De manera que lo tomé y presioné el primer botón que pude, con la motricidad que pude.

- Hola
- Hola, poné el 73 –dijo una voz desconocida-

Para ese momento, pude notar con una claridad casi exacta que el dispositivo a través del cuál la voz me hablaba era el control remoto de la tele.

Sin reparar en nada, cambié el canal hacia el 73 y retomé la conversación.

- Equivocado.
- Ah… disculpe.
- No es nada.

No tengo cable, claramente era equivocado.

lunes, 16 de marzo de 2009

Bipolar

Otra vez recorro esas calles, solo, borracho. Vuelvo a casa. La noche es fría, y el viento me pega en los ojos haciendo que el líquido que los recubre se corra hacia atrás, a los costados de mi cara. Lo seco con mis muñecas y dudo: ¿será el viento, o la tristeza?


***


Vuelvo a casa, otra vez solo, aunque acompañado: el bondi está hasta las tetas, y el libro se deja leer. Abstraído de la situación, noto algo muy bueno en mí: uso un calendario cómo marcador. Quedo contento, tengo un buen término de viaje.

domingo, 1 de marzo de 2009

El escritor afortunado

INICIO

El escritor afortunado fue galardonado con los más altos honores que se otorgan en la literatura a los creadores de historias escritas.

En su hogar, el escritor afortunado tenía un bolillero, del cuál extraía, en orden, todos los caracteres que contiene un relato. Las letras, los signos de puntuación, el comienzo del relato, y el fin del mismo surgían del bolillero sin detenerse.

La dinámica de la escritura era la siguiente: el escritor afortunado se sentaba al costado del bolillero y extraía bolillas, hasta obtener la palabra “INICIO”, luego de esto, debía comenzar a copiar carácter por carácter, en un papel, todos los caracteres que obtenía, hasta llegar a la palabra “FIN”. En ese punto podía volver a repetir la operación para obtener un nuevo relato.

Según cuenta la leyenda, todos podemos construir un bolillero de este tipo, pero aparentemente, ese equipo había sido concedido al escritor afortunado con la condición de que él, no podía revelar el secreto a nadie, y en caso de que lo hiciera, a través de cualquier medio, el bolillero no funcionaría más.

El escritor afortunado, sin embargo, intentó revelar el secreto de su bolillero de forma escrita, a través de éste mismo relato.

IFN

miércoles, 4 de febrero de 2009

Árboles en las casas

Sentado en las rocas del balneario, imagino como las olas me salpican, de onda, para sacarme el calor. Inmerso en el mismo juego, volviendo a la casa, encuentro un rancho hecho de tablas, de una de las cuáles sale un brote con un conjunto de pequeñas hojas color verde claro. Imagino que la naturaleza, de espíritu infantil, construye su árbol en la casa.

Sufrimiento detenido

Carlos hundió el caño del metálico revólver en su papada, y se miró al espejo. Se vio arruinado, inundado de desgracia, despeinado, sucio. Hacía cinco días que no salía de la casa, ni tenía contacto con ninguna otra persona, más allá de los telemarketers, que le ofrecían un momento de ilusión mientras sonaba el teléfono, y otro más largo y pesado de derrota y percepción amplificada de su soledad.

Quitó los restos de cocaína de su nariz con la parte superior de su muñeca derecha, y se sirvió otro whisky. Lo bebió de un sorbo y se arrodilló a vomitar en el water.

Cuándo hubo terminado de vomitar, con los ojos llenos de lágrimas, y la cara tinta por el esfuerzo, quiso verse morir en el espejo, quería ver como su cerebro salía por la parte superior de su cabeza, para luego incrustarse en el cielo raso, cómo una mancha centrada en el agujero producido por la bala.

Quería verlo, para sentir un último sufrimiento.

Sin embargo estimó que este paso, merecía un ceremonial, así que limpió el revolver, y lavó sus manos antes de llamar a la muerte. Luego las secó con una toalla limpia y seca.

Finalmente tomó su última línea y apoyó nuevamente el arma en su cuerpo. Luego abrió bien los ojos para ver y gatilló.

El martilló golpeó, y por un instante no pudo mantener los ojos abiertos, sin embargo el cerebro no voló. El revolver no se había disparado. Sin pensar volvió a gatillar. Lo mismo. Un clic sin muerte. Otra vez. Y otra. Y otra. Lo mismo.

La semana anterior, Carlos había ido al templo de los pastores, y el incrédulo se había cagado de risa cuándo le regalaron el jabón de la descarga.

lunes, 26 de enero de 2009

El dueño del quilombo

El Tano Carlevari es un tipo emprendedor.

A sus veintipico, el Tano puso el quilombo del pueblo, y a los pocos meses se compró la citroneta.

El Tano era un tipo respetado, y bastante querido en el pueblo, en cierta manera, el Tano ejercía un rol de protector de sus chicas, además de ser su empleador, y vivir gracias a sus lágrimas.

El quilombo creció, llegaron más chicas, un local más grande, y obviamente el confort de la citroneta pasó a ser insuficiente, así que, en menos de un año, el Tano se compró “la nave”, generando que más de cuatro vecinos del pueblo comentaran los turbios negociados en los que seguramente el Tano andaría metido.

Sin embargo, la esencia del Tano nunca cambió, siguió siendo el mismo protector, y fue justamente por eso que terminó preso.

Una madrugada, el Tano atropelló con la nave a un cliente que se portó mal.

El tipo, mamado, como de costumbre, se había ido al cuarto con Luly, pero Luly, no se llamaba así, sino que se llamaba Margarita, Luly era su nombre de fantasía, para laburar.

Ese día, al borracho Alfredo, se le había dado por saber el nombre real de Luly, así que forcejeó con ella en la habitación, le sacó la cartera, y de allí su cédula.

Margarita salió desnuda de la pieza, llorando, y atrás salió Alfredo. Cuando el Tano se enteró de los sucesos, salió del quilombo en la nave, siguió a Alfredo, y lo atropelló.

Porque cuándo se entrega el cuerpo, el sexo, y la dignidad, Margarita tenía derecho a reservarse para sí misma su identidad.

Su identidad, y los besos en la boca.