lunes, 31 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 3)

Mi niñez no tuvo cosas destacables, fui inocente, pícaro, y un loquito lindo de cabellera a lo Cristóbal Colón. El divorcio de mis viejos no me convirtió en un infante criminal. Ni fui resentido con mis coetáneos colegas de escuela, que consultaban, y hasta envidiaban, mi calidad de multi hacendado. Recuerdo aquellas épocas con nostalgia, con cariño, pero no las recuerdo demasiado. Para ser honesto, ya me he olvidado de gran parte de mi infancia.

Igual, quizás ahora no venga a cuento mi infancia, pero bueno, me acordé del episodio del chupete y lo quise contar, por simpático -no yo, el episodio-, pero no, no viene a cuento de nada.

La historia real viene por la actualidad, ahora tengo unos cuántos pirulos más, ya se me están yendo casi todos los granos -de la cara y la cabeza-. Estoy terminando la facultad. Tuve dos novias, y un gran período de soltería entre ellas. O un gran período de soltería delimitado por dos novias. Me gustó para frasearla, perdón, las novias también fueron grandes, sobre todo la última.

Por encaminarme un poco más a lo que soy ahora, podría contar algo sobre ella. Su nombre era Marina, perdón, su nombre es Marina.

lunes, 24 de agosto de 2009

Invasiva

Como todos los días, luego de laburar desde tempranísimo, me acosté a dormir una siestita. Es común que mis siestitas sean cortas, muy profundas y con sueños raros, o muy largas y de levantada zombi. Ese día la siesta parecía de las primeras.

Habrían pasado quince minutos, hasta que un sonido extraño me despertó. No venía de mi casa. Venía de la casa de al lado, era mi vecino. Parece que mi vecino tenía un taladro. Parece que además tenía corriente eléctrica. Y ganas de agujerear paredes.

Al no ser un horario impropio, tuve que aceptar sin quejas. Pero el sonido se hacía cada vez más fuerte. No solo el sonido, también la vibración. Apoyé mi cabeza a la pared que está pegada a mi cama, para intentar precisar qué estaba pasando. En ese momento pude notar como era la misma pared la que vibraba, y exactamente en el punto dónde había apoyado mi cabeza. Al sentirme amenazado, alejé la cabeza. La pared vibraba cada vez más, y enseguida pude ver como la pintura se empezaba a descascarar y caer sobre mi cama.

Estaba muy confundido, así que seguí mirando sin reacción, de repente, cayó un pedazo de revoque, y la punta del taladro asomó de mi lado de la pared. Ahí me asusté y empecé a gritar, del otro lado no respondían.

En un momento, el taladro desapareció y se empezó a sentir otro tipo de sonido. Algo se metía en el agujero. Traté de mirar, pero la oscuridad del pequeño orificio me lo impedía, igualmente, no pasó más de un minuto, hasta que apareció una punta de un cable. Era un cable coaxial, de esos que tienen un círculo exterior, y un pinchito en el centro. Grité y golpee la pared. Pero no pasó más nada. Quedó nuevamente todo en silencio.

Finalmente, me di cuenta que el cable, encajaba perfecto en un televisor que tenía en desuso, así que acerqué la tevé, tiré un poco de la punta del cable y lo conecté.

Ahora no duermo más siestas, ya no sueño más. Corrí la cama, y la tele sigue ahí.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 2)

Luego de eso vinieron las otras cosas. Vino la madurez de los tres años. Vino saludar por teléfono a la gente que me llamaba, y bueno, ni hablar que los pañales ya habían volado hace tiempo.

Pero el camino de la madurez no se detuvo allí, sino que además, me comenzaron a exigir respeto para con la nona, que ya estaba viejita, me pidieron que me porte bien en la casa de mis amigos, y que junte los chiches -en la mía-. Además, comenzaron a hacerme valorar la familia, me enseñaron a visitar, y a recibir con cariño, las visitas de mis tíos, de mis primos, y de mis primas (incluyendo aquella tan linda). Y me enseñaron también a visitarlo a él. A papá.

Los fines de semana son de papá, decía mi vieja, y entre semana, nos quedamos acá en casa. Era entre semana, el orden, el trabajo, la escuela, y la madre. Y el fin de semana casa nueva, cama nueva, cuarto nuevo, y aparentemente querían encajarme madre nueva, pero no aflojé.

Los años sucesivos se pasaron así, visitando una abuela, y la otra, unos primos, y los otros, y la prima linda ya no me gustó más. Ese fue mi primer divorcio.

lunes, 17 de agosto de 2009

Mi primer divorcio (Parte 1)

Cuando era chico, mis viejos me llevaron dejar por siempre mi chupete a un programa de televisión. Ese fue mi primer divorcio.

En el show, aparecía un robot extraterrestre que tenía una pinza por mano, de la cual colgaba un canasto, dónde se suponía que los niños buenos debían dejar su tesoro más preciado.

La ceremonia comenzaba con una serie de afrentas públicas, donde el conductor del programa gozaba mandando los trapos sucios al lavadero. Las frases con las que me buchoneó a mí, fueron exactamente las siguientes:

- Parece que Fernando, le pega al hermano, y además, le esconde los dientes postizos a su abuela.

Lo que seguía a la delación, era la respuesta condenatoria del público, que propulsaba variopintas expresiones de horror, que yo solamente respondía con pucheros.

Luego de la condena popular, el beneficiado, debía dejar el chupete en el canasto del robot -y así lo hice-, para finalmente recibir el aplauso del público y las frases complacientes del conductor de la farsa.

Finalmente, me hicieron unos regalos provistos por el principal auspiciante, y me volvieron a aplaudir y vivar. Ese fue mi primer soborno. Y mi primer divorcio, claro.

viernes, 7 de agosto de 2009

De pesado

Vení, vení, arrimate, vení a conversar un ratito. Vení. Conversame en bombacha, dale. No te estoy escuchando, lo sabés, y te encanta. Vení que te voy a cantar las cuarenta, veníte, veníte que te echo la falta con veintitrés y achicás, dale. Caminá, caminá, te digo. Caminá y ponete contra el paredón que te voy a tirar unos tiros. ¿O qué? ¿Vas a arrugar? Movete, mocosa. Calladita, vamos. No provoque, le digo. No provoque que sabe que se le complica. Epa. No se ponga bellaca. Córtela con esa picardía. No me mire así. Pare. Pare un poquito. No, no hagas eso. Soltá. Pará, vayamos más despacio. No era para tanto, che.