El Gran Pez no persigue con esfuerzo su alimento, navega y abre la boca para recibir a los pequeños que no pueden evitar convertirse en su bocado. Él tampoco realiza desgastes cuando quiere recibir el calor y la luz del sol, simplemente abre sus aletas, las cuales lo hacen fácilmente desplazarse hacia la luz, y justamente por eso cae más fácilmente en la red vengadora de los pescadores orilleros que buscan su alimento utilizando un farol. No sufran, el gran pez no es inocente, inocente sería creer que ésta historia termina acá.
lunes, 7 de noviembre de 2011
lunes, 3 de enero de 2011
Simón Manda SMS
Simón camina hacia la luz que emite la pantalla de su celular. Iba a decir display, pero después me vienen con la lengua y yo que sé. Simón parece caminar hacia la luz de su celular, porque lo hace al tiempo que envía un mensaje de texto.
Levanta la mirada intermitentemente y con frecuencia irregular, cuando ve el camino despejado deja pasar más tiempo sin mirar. En ese hueco, concentra de forma absoluta la atención en su celular. Tropieza pero sigue, el mensaje es largo que da miedo, parece.
El camino de Simón no se ve interrumpido por una presencia que él ni detecta, es una morocha escultura, que no obstante la completa ignorancia de Simón, sí parece fijarse en él, y aprovechando su distracción, le hace un paneo completo de abajo hacia arriba.
El mensaje de texto casi está completo. Es un mensaje que Simón envía a una muchacha, la misma que no le dio mucha bolilla pero sí le pasó su celular la semana pasada, cuando se conocieron en el bar.
Otra presencia es ignorada al paso del Simón de cara iluminada, es un muchacho que comienza a levantar la mano para saludarlo, pero que detiene el movimiento a mitad de camino al notar que el saludo no será correspondido.
Es que Simón camina hacia la luz que emite la pantalla de su celular.
Levanta la mirada intermitentemente y con frecuencia irregular, cuando ve el camino despejado deja pasar más tiempo sin mirar. En ese hueco, concentra de forma absoluta la atención en su celular. Tropieza pero sigue, el mensaje es largo que da miedo, parece.
El camino de Simón no se ve interrumpido por una presencia que él ni detecta, es una morocha escultura, que no obstante la completa ignorancia de Simón, sí parece fijarse en él, y aprovechando su distracción, le hace un paneo completo de abajo hacia arriba.
El mensaje de texto casi está completo. Es un mensaje que Simón envía a una muchacha, la misma que no le dio mucha bolilla pero sí le pasó su celular la semana pasada, cuando se conocieron en el bar.
Otra presencia es ignorada al paso del Simón de cara iluminada, es un muchacho que comienza a levantar la mano para saludarlo, pero que detiene el movimiento a mitad de camino al notar que el saludo no será correspondido.
Es que Simón camina hacia la luz que emite la pantalla de su celular.
martes, 12 de octubre de 2010
El mecanismo
Los pedales mueven un disco de acero dentado que hace mover la cadena. Sus eslabones, ajustados con pernos, movilizan otro disco más pequeño que hace girar el eje de una rueda, la misma se sostiene en un círculo metálico que, a su vez, mantiene su forma soportándose en unos pequeños rayos que dibujan incontables radios del círculo mencionado.
La energía transformada en movimiento hace que gire el eje de otra rueda similar, y a partir de ambas, se mueve también una estructura cuya forma determina el centro de gravedad del equipo, punto fundamental para el equilibrio del mismo.
Un dispositivo simétrico, con agarraderas laterales provee el mecanismo para determinar la dirección del movimiento, en caso de ser necesario detenerlo, un par de palancas ubicadas en las agarraderas, al activarse, movilizan sendas lingas de acero que, a través de otro sistema de palancas, detienen el giro de las ruedas aplicando, mediante cuatro tacos de goma, cierta fuerza de rozamiento en las mismas.
La energía transformada en movimiento hace que gire el eje de otra rueda similar, y a partir de ambas, se mueve también una estructura cuya forma determina el centro de gravedad del equipo, punto fundamental para el equilibrio del mismo.
Un dispositivo simétrico, con agarraderas laterales provee el mecanismo para determinar la dirección del movimiento, en caso de ser necesario detenerlo, un par de palancas ubicadas en las agarraderas, al activarse, movilizan sendas lingas de acero que, a través de otro sistema de palancas, detienen el giro de las ruedas aplicando, mediante cuatro tacos de goma, cierta fuerza de rozamiento en las mismas.
Si todos colaboran, el viaje promete ser un éxito.
domingo, 23 de mayo de 2010
De compras
—Buenas, me da cien gramos de machismo, por favor.
—Pah… sabés que justo no me vino el repartidor, no me está quedando, lo que te puedo ofrecer bien en precio es el medio kilo de caballerosidad
—No, te agradezco, entonces voy a llevar un paquete de orgullo.
—Lo vendí todo hace un ratito…
—¿Y pa’ qué tenés el local abierto, papá?
—Bueno, amigo, no se enoje, lo que le puedo vender es la promo de autoestima, viene con un paquete chico de seguridad de regalo.
—Lo que me parece que andan regalando acá son eufemismos. Déme doscientos de leonesa, nomás.
—Pah… sabés que justo no me vino el repartidor, no me está quedando, lo que te puedo ofrecer bien en precio es el medio kilo de caballerosidad
—No, te agradezco, entonces voy a llevar un paquete de orgullo.
—Lo vendí todo hace un ratito…
—¿Y pa’ qué tenés el local abierto, papá?
—Bueno, amigo, no se enoje, lo que le puedo vender es la promo de autoestima, viene con un paquete chico de seguridad de regalo.
—Lo que me parece que andan regalando acá son eufemismos. Déme doscientos de leonesa, nomás.
Etiquetas:
Autoestima,
Caballerosidad,
Compras,
Eufemismos,
Lucha en Lodo,
Machismo,
Orgullo,
Si-Relato
martes, 13 de abril de 2010
Las cartas eróticas de la abuela
Y resulta que sí, resulta que ahora te sorprenden las cartas eróticas de tu abuela Chacha al abuelo —que en paz descanse—, Aníbal. Después la condenás. Después condenás que sea conservadora, qué te diga que no entregues de primera, pero sos la primera en saltar al descubrir que la nona también hablaba en prosa sobre sus humedades. ¿Y qué pasa si te digo la verdad? ¿Qué pasa si te digo que la nona más de una vez se me insinuó mostrando su escote de piel floja y vestidos deslizantes? ¿Qué si te digo que también yo pasé una mano descuidada por el final de su espalda y exalté ese nervio al que los demás —incluido el gerontólogo— llaman ciático? No reprimas, ni a vos ni a otros, al final la cosa es como dice el tío Raúl, todo el mundo tiene derecho a estar excitado.
lunes, 5 de abril de 2010
El Metacuaderno Rojo
El Cuaderno Rojo, es un libro escrito por Paul Auster, que habla acerca del peso del azar y la coincidencia fortuita en la vida –y en la muerte- de todos. Está escrito en forma de relatos breves y no ficcionales, sino más bien como anécdotas que realmente le ocurrieron al escritor. Está muy bueno, aunque me pareció un poco caro para lo finito que es. Los precios de los libros siguen siendo un misterio para mí. Igual lo recomiendo. La siguiente, es una anécdota, que cuenta algo que realmente me pasó el día que leí El Cuaderno Rojo.
Pocas veces había estado en el campo más que una tarde, así soy, vivo en el centro y como no me basta con el humo de la ciudad me meto el del tabaco, sin embargo, por ser Semana Santa, tuve unos días libres en el trabajo y me invitaron a ir al campo a hacer asados, respirar aire puro, y cosas que la gente hace en el campo.
Nunca había viajado a V., así que cuando subí al ómnibus con El Cuaderno Rojo bajo el brazo no sabía que la duración del viaje sería la justa para terminar de leer la última página, el último punto, en el momento exacto en el que el chofer pisó el freno y anunció la llegada a la terminal. Me resultó curioso descubrir la coincidencia entre la duración del viaje y mi ritmo de lectura más la siesta justo en el medio del libro.
Cuando llegué finalmente al campo, lo primero que hice fue ir a dejar mi mochila a la habitación donde dormiría esa noche. Al dejarla, vi que en la mesa de luz de la que sería mi cama por ese par de noches había un libro titulado “No es Cuestión de Suerte”. Otra vez me entretuvo pensar en la casualidad de que, siendo que yo había leído un libro que hablaba de la gran influencia que puede tener la suerte en nuestras vidas, otro libro que descansaba en el campo parecía tener un sentido antagónico al mío.
Pero no fue hasta que me acerqué a mirar la tapa que descubrí el último guiño, resulta que una de las coincidencias que cuenta Paul Auster en El Cuaderno Rojo consiste en un juego de palabras con los nombres de un dúo de abogados, los tipos se llaman Argue & Phibbs, y resulta que eso, traducido al español, y con algunas letras cambiadas puede significar “Discusiones y Mentiritas” (en ingles “to argue” es discutir y “fib” mentirita). El tipo se ríe de que justo esas dos personas hayan decidido ser abogados, y que además, justo ellos dos se hayan juntado para ser socios y tener su estudio de abogados.
Bueno, decía que cuando me acerqué a ver la tapa del libro encontré que el mismo estaba editado por Ediciones Díaz de Santos. Bueno, para ser más preciso, yo lo encontré en días de santos.
Pocas veces había estado en el campo más que una tarde, así soy, vivo en el centro y como no me basta con el humo de la ciudad me meto el del tabaco, sin embargo, por ser Semana Santa, tuve unos días libres en el trabajo y me invitaron a ir al campo a hacer asados, respirar aire puro, y cosas que la gente hace en el campo.
Nunca había viajado a V., así que cuando subí al ómnibus con El Cuaderno Rojo bajo el brazo no sabía que la duración del viaje sería la justa para terminar de leer la última página, el último punto, en el momento exacto en el que el chofer pisó el freno y anunció la llegada a la terminal. Me resultó curioso descubrir la coincidencia entre la duración del viaje y mi ritmo de lectura más la siesta justo en el medio del libro.
Cuando llegué finalmente al campo, lo primero que hice fue ir a dejar mi mochila a la habitación donde dormiría esa noche. Al dejarla, vi que en la mesa de luz de la que sería mi cama por ese par de noches había un libro titulado “No es Cuestión de Suerte”. Otra vez me entretuvo pensar en la casualidad de que, siendo que yo había leído un libro que hablaba de la gran influencia que puede tener la suerte en nuestras vidas, otro libro que descansaba en el campo parecía tener un sentido antagónico al mío.
Pero no fue hasta que me acerqué a mirar la tapa que descubrí el último guiño, resulta que una de las coincidencias que cuenta Paul Auster en El Cuaderno Rojo consiste en un juego de palabras con los nombres de un dúo de abogados, los tipos se llaman Argue & Phibbs, y resulta que eso, traducido al español, y con algunas letras cambiadas puede significar “Discusiones y Mentiritas” (en ingles “to argue” es discutir y “fib” mentirita). El tipo se ríe de que justo esas dos personas hayan decidido ser abogados, y que además, justo ellos dos se hayan juntado para ser socios y tener su estudio de abogados.
Bueno, decía que cuando me acerqué a ver la tapa del libro encontré que el mismo estaba editado por Ediciones Díaz de Santos. Bueno, para ser más preciso, yo lo encontré en días de santos.
Etiquetas:
El Cuaderno Rojo,
Lucha en Lodo,
No-Relato,
Paul Auster,
Semana Santa,
Si-Relato
martes, 23 de febrero de 2010
Las cosas no dichas
La vida de apartamento es así, pensé mientras veía el cartel que estaba pegado con cinta en la puerta del de mi vecina, intenté no leerlo por no meterme en cosas que no me correspondían, pero no pude, tuve que acercarme a la puerta y vichar:
“Felipe, hoy no vuelvo, la semana que viene sí voy a estar, tomame en cuenta. Flor”
Flor, es mi vecina, Felipe es repartidor, vende productos de granja puerta a puerta. Todos le compramos. Lo raro es que hoy es martes y Felipe viene los jueves. Pensé que solamente había dos opciones, una era que Flor se hubiera equivocado de día, y la otra era que ella fuera a mantenerse ausente hasta más allá del jueves, con lo cuál el “hoy” escrito en la esquela fuera el “hoy” de Felipe leyéndola, o sea el jueves.
La segunda línea de pensamiento me sacudió, no solo había invadido una nota ajena, sino que además podría haber modificado al leerla su significado, por leerla en el tiempo equivocado. Me quedé pensando unos minutos y luego me deshice de todas las ideas. Ya fue, pensé.
Al llegar al trabajo tuve que hablar con mi jefa, tenía que pedirle unos días libres para la semana siguiente, pero todavía no me había animado, Esther era brava, pero tenía que hacerlo. Como no soy bobo, le pasé antes un informe sobre las ventas de la semana pasada y ésta, donde marqué claramente que la llegada del verano había hecho que la empresa tuviera menos trabajo, seguramente una cuestión asociada a que muchos clientes estarían en sus vacaciones, algo normal.
Le envíe el informe, y se ve que lo hice bien, porque al rato fue ella misma que vino a ofrecerme que me tomara unos días, dijo que hacía mucho no me tomaba un descanso, yo acepté con remilgos, algo como, bueno, si usted dice.
Al volver a casa, descubrí que el cartel seguía pegado, y no solo eso, sino que cuando entré a mi apartamento sentí como se abría la puerta de lo de Flor, confirmé entonces la idea de que la carta estaba escrita contemplando el tiempo presente del lector y destinatario de la nota. Enseguida me tocaron el timbre, era Flor que seguramente me había escuchado llegar, y quería pedirme que si el fin de semana no la acompañaba a un casamiento, que no quería ir sola. Yo no tenía qué hacer, así que le dije que sí, que no hay problema. Además aproveché para preguntarle por el cartel, le dije que me había dado curiosidad el tema de los tiempos, me dijo que en realidad no era lo que parecía, me dijo que lo había puesto para espantar al vecino del tres que todos los días que puede le toca timbre con una excusa diferente.
Me resultó gracioso enterarme de la picardía del vecino del tres, yo nunca me había animado a encarar así, aunque ganas no me han faltado. Principalmente con Flor. Lo bueno, así las cosas, es que el sábado en el casamiento, seguramente iba a tener alguna oportunidad.
Finalmente llegó el día del casorio, y no solo tuve la oportunidad, sino que la aproveché con excelentes resultados, pensé en cuántas cosas habían sido no dichas para llegar hasta aquí, pensé en el cartel de Flor diciéndole que no a un vecino de manera camuflada, pensé en su invitación al casamiento como al descuido, y pensé que finalmente todos lo hacemos, pensé en mí enviándole un reporte a mi jefa para que me diera unos días libres y pensé en ella ofreciéndomelos cuando en realidad solo quería decirme que estaba despedido.
“Felipe, hoy no vuelvo, la semana que viene sí voy a estar, tomame en cuenta. Flor”
Flor, es mi vecina, Felipe es repartidor, vende productos de granja puerta a puerta. Todos le compramos. Lo raro es que hoy es martes y Felipe viene los jueves. Pensé que solamente había dos opciones, una era que Flor se hubiera equivocado de día, y la otra era que ella fuera a mantenerse ausente hasta más allá del jueves, con lo cuál el “hoy” escrito en la esquela fuera el “hoy” de Felipe leyéndola, o sea el jueves.
La segunda línea de pensamiento me sacudió, no solo había invadido una nota ajena, sino que además podría haber modificado al leerla su significado, por leerla en el tiempo equivocado. Me quedé pensando unos minutos y luego me deshice de todas las ideas. Ya fue, pensé.
Al llegar al trabajo tuve que hablar con mi jefa, tenía que pedirle unos días libres para la semana siguiente, pero todavía no me había animado, Esther era brava, pero tenía que hacerlo. Como no soy bobo, le pasé antes un informe sobre las ventas de la semana pasada y ésta, donde marqué claramente que la llegada del verano había hecho que la empresa tuviera menos trabajo, seguramente una cuestión asociada a que muchos clientes estarían en sus vacaciones, algo normal.
Le envíe el informe, y se ve que lo hice bien, porque al rato fue ella misma que vino a ofrecerme que me tomara unos días, dijo que hacía mucho no me tomaba un descanso, yo acepté con remilgos, algo como, bueno, si usted dice.
Al volver a casa, descubrí que el cartel seguía pegado, y no solo eso, sino que cuando entré a mi apartamento sentí como se abría la puerta de lo de Flor, confirmé entonces la idea de que la carta estaba escrita contemplando el tiempo presente del lector y destinatario de la nota. Enseguida me tocaron el timbre, era Flor que seguramente me había escuchado llegar, y quería pedirme que si el fin de semana no la acompañaba a un casamiento, que no quería ir sola. Yo no tenía qué hacer, así que le dije que sí, que no hay problema. Además aproveché para preguntarle por el cartel, le dije que me había dado curiosidad el tema de los tiempos, me dijo que en realidad no era lo que parecía, me dijo que lo había puesto para espantar al vecino del tres que todos los días que puede le toca timbre con una excusa diferente.
Me resultó gracioso enterarme de la picardía del vecino del tres, yo nunca me había animado a encarar así, aunque ganas no me han faltado. Principalmente con Flor. Lo bueno, así las cosas, es que el sábado en el casamiento, seguramente iba a tener alguna oportunidad.
Finalmente llegó el día del casorio, y no solo tuve la oportunidad, sino que la aproveché con excelentes resultados, pensé en cuántas cosas habían sido no dichas para llegar hasta aquí, pensé en el cartel de Flor diciéndole que no a un vecino de manera camuflada, pensé en su invitación al casamiento como al descuido, y pensé que finalmente todos lo hacemos, pensé en mí enviándole un reporte a mi jefa para que me diera unos días libres y pensé en ella ofreciéndomelos cuando en realidad solo quería decirme que estaba despedido.
Etiquetas:
Desdichas,
Dichas,
Lucha en Lodo,
No-dichas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)