martes, 15 de mayo de 2007

Los clichés de la vida

Tengo claro que las películas y la lectura compiten libremente para formar parte de las actividades que puede realizar una persona en su tiempo de ocio, solamente hay dos lugares donde la lectura gana por varios cuerpos de distancia, uno de ellos es el bondi, y otro es el baño.

En el bondi nadie se atrevería a sacar un DVD portátil y ponerse a ver una película, al fin y al cabo tenemos cierto pudor y no podríamos seguir mirando una película mientras nos vienen a pedir cualquier monedita (sirve) a cambio de algún producto que prometa cantidad, calidad y buen sabor.

Si bien el baño nos otorga un momento de perfecta intimidad, solamente pocos privilegiados nos damos el gusto de extender por una hora y media nuestra visita a la habitación de alumbramiento.


¡A ver el grito de desesperación!

Cómo la lectura que ofrezco es ideal para el bondi o el baño, no me voy a continuar enemistando con las películas repletas de clichés, ya que de todas maneras voy a poder ganar los millones que pretendo, y mientras la industria cinematográfica sigue cayendo yo los voy a mirar desde mi trono y soltaré mis migajas elogiando, cada tanto, alguna obra mediocre.

Así que en este relato lo que pretendo es comentar algunos clichés del pensamiento humano, a partir de estos, no podríamos pretender que las películas no estuvieran minadas de los mismos.

(Del tipo/mina abandonado/a)
Ahora estoy mucho mejor: ¿Ah si? ¿Y que haces con esa gillete en la muñeca?

(Del desafortunado)
Solo a mi me pasa esto: El clásico pensamiento del que es afanado por un grupo de planchas, o es impactado por desgracia de cualquier grado, desde la pérdida de la cédula a la de todos sus seres queridos (no las cédulas).

(Del hombre infiel)
La dejo cuando quiera: El infiel típicamente no se siente involucrado sentimentalmente con su pareja de bandidaje, no obstante lo cual (le sigue gustando el cabaret) muchas veces termina casado con la misma.

(Del adicto a la droga)
La dejo cuando quiera: Al igual que su amigo el hombre infiel, el adicto piensa que puede dejar su polvillo cuando quiera, claro, lo puede dejar, pero en general decide dejarlo todo dentro de su nariz.

(Del sometido/a por su pareja)
Pero el que tiene la ultima palabra soy yo: Si, y el que recibe los últimos golpes también. La negación de la realidad, el jardín de las delicias del desdichado.

(De la mujer golpeada)
El va a cambiar: Si, de repente el día que te mate dice “uh, me zarpé” y cambia, tenle fe.

(Del hombre golpeador)
Voy a pedirle perdón llorando: Ok, en general funciona.

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