lunes, 2 de abril de 2007

Anótame un poroto

Los campesinos trillaban sus tierras, arando, desenterrando, quemando y echando por la borda sus plantaciones antes de la cosecha.

¿Qué pasaba en el pueblo? Los habitantes del mismo solo querían porotos, la gente del campo veía como única posibilidad de supervivencia comercial la plantación de la preciada legumbre.

Los porotos se habían tornado un bien tan demandado que sus precios habían alcanzado valores históricos, los almacenes y supermercados estaban desabastecidos de los mismos y se había dado lugar a un mercado negro de porotos.

Los poroto-traficantes “cortaban” los porotos con canicas Pernigotti, el corte consistía en mezclar un kilo de porotos con cien gramos de la golosina, estafando así a los compradores.

Esto había generado que también la venta de canicas se incrementara y revitalizó la empresa productora de los chocolatitos, así fue que Pernigotti –que no estaba en su mejor momento- volviera al ruedo, reaparecieron los discontinuados tico-tico, la televisión se inundo de sus campañas publicitarias y además, en poco tiempo, la empresa duplicó su plantilla de personal.

Lo que había dado lugar a este desencadenamiento de sucesos era el asesinato a tiros del dictador del pueblo, el día trece de febrero lo mató un indigente a sangre fría con el único fin de obtener algo de alimento.

El pueblo celebró la muerte del tirano, y se quitó del medio la supuesta mala suerte asociada al número 13, es más, de manera irónica y con una alta dosis de humor negro todo el mundo jugaba a un nuevo juego de cartas llamado “escoba de 13” análogo a su par de 15.

Todos jugaban el juego, y requerían los porotos para anotar los puntos que obtenían.

El indigente fue laureado con el título de ciudadano ilustre , el nuevo gobierno legítimo le entregó una casa, diez mazos de naipes completos (48 cartas y 2 comodines) y dos bolsas de arpillera repletas de porotos.

La gente de Pernigotti lo premió adicionalmente con un puesto de supervisor en la línea de producción de canicas.

Él solo quería comer un pedazo de carne y el hambre que tenía luego de varios días sin probar bocado le había hecho perder el prejuicio que dice que comer carne humana está mal.

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