El timbre sonó en la casa de Darío, un timbrazo corto. Darío pintaba un cuadro vestido con ropa vieja. Era sábado.
Atrás de la puerta Martina esperaba. Usaba un vestido colorido, con arabéscos, cintura princesa y sin mangas.
Darío no sabía que algo pasaría, pero podía sospecharlo.
Abrió la puerta, y la vio radiante, hermosa, más que de costumbre.
No se explicaba Darío cómo Martina había llegado hasta allí. Sin embargo la respuesta estaba ante sus ojos, Martina llevaba bajo sus brazos cruzados, uno de los libros de Quiroga que sabía que él había leído.
Ese libro usado la había guiado hasta su casa. Darío miró el libro y luego juntó su mirada con la de Martina, sonrieron.
Finalmente Darío sacó del bolsillo una tarjeta personal de Martina, y se la mostró con mirada cómplice.
Martina nunca se había hecho imprimir tarjetas personales.
FIN.
Crítica (sin spoilers) de Oppenheimer
Hace 1 año