martes, 16 de diciembre de 2008

Terapia - Capítulo 10 - Episodio de los libros

Martina, él era un tipo diferente. No sé como hacértelo comprender en sus justas dimensiones.

Fijate que en un momento lo increpé en broma por la manera en la que me había encarado. Él me explicó que nunca le había gustado la idea de conocer gente de esas maneras en las que la gente solía conocerse. Prefería otras.

No le gustaba conocerlas en boliches, no le gustaba conocerlas en fiestas, no le gustaba que se las presentara un amigo en común, le gustaba utilizar otros caminos, le aburría lo común, aunque no lo dijera.

Según él, esos lugares comunes daban lugar a que la gente ya fuera preparada a aprobar ó desaprobar a un extraño que se acerca a hablar. Sin embargo, el encuentro inesperado, deja que prime la intuición, lo inmediato, la atracción, sin tanta influencia del costado racional de las personas.

Además, me explicó que prefería otros lugares, porque esos quizás, podían ofrecer algo más de información acerca de la otra persona, por ejemplo me decía que podía conocer una persona en el museo de Artes Visuales, si le gustaran las personas interesadas por la pintura, o la fotografía, incluso me dijo que podía ser más específico, al punto que pudiera acercarse a una persona que mirara determinada cantidad de tiempo, o de manera especial una obra en particular.

Eso me lo dijo cómo ejemplo, y me aclaró que conmigo no había pasado eso.


EL – Contigo no pasó eso, no me interesan particularmente las compradoras de yerba, sin embargo, sí cumplí con la primera parte, con la parte del acercamiento sorpresivo.

Por otro lado, me llegó a confesar una de sus fantasías de seducción, que según él nunca había llegado a cumplir.

EL – Siempre quise conocer una chica a través de una librería que frecuento.

Resulta que la librería ésta, compra y vende libros usados cerca de la facultad dónde yo iba. En particular, yo compro libros, los leo, y al tiempo los vendo y compro otros, perdiendo un poco de dinero por el cambio. Siempre tuve la fantasía de encontrar en un libro que leyera algún apunte ajeno al margen, cómo los que hago yo en los libros que leo.

Siempre me imaginé que pasaría si un apunte de otra persona interrumpiera mi ejercicio solitario de lectura. O si un apunte de los míos atrajera la atención de otro lector que se complace con los mismos autores que yo.

Es cómo terminar acompañado en una actividad naturalmente individual, esto cumple las dos condiciones de las que te hablé hace un rato. La sorpresa y el tema de los intereses en común.

Esa librería tiene un montón de libros leídos por mí, con notas escritas por mí. Y algunos de esos, tienen alguna referencia que dejé como al descuido, para que -si hubiera una interesada- me pudiera encontrar.

Cuándo estaba solo, todas las veces que iba a la librería, vichaba con cuidado si “mis libros” todavía estaban a la venta, o intentaba ver si alguien se los llevaba justo en el momento que yo estaba ahí.

Después de contarme todo, me volvió a aclarar que no había pasado nunca nada con esas notas, y que no iba a pasar nada tampoco. Me lo contaba para mostrarme un ejemplo de cómo le gustaba a él que ocurriesen las cosas.

Pero creo que te debería ir contando cómo llegó el final. A eso voy.

1 comentario:

Siesta escandalosa dijo...

Me da miedo ese final.
Capaz que es porque hace calor y estoy cansada pero me pregunto: el amor es un lugar común?