Mi niñez no tuvo cosas destacables, fui inocente, pícaro, y un loquito lindo de cabellera a lo Cristóbal Colón. El divorcio de mis viejos no me convirtió en un infante criminal. Ni fui resentido con mis coetáneos colegas de escuela, que consultaban, y hasta envidiaban, mi calidad de multi hacendado. Recuerdo aquellas épocas con nostalgia, con cariño, pero no las recuerdo demasiado. Para ser honesto, ya me he olvidado de gran parte de mi infancia.
Igual, quizás ahora no venga a cuento mi infancia, pero bueno, me acordé del episodio del chupete y lo quise contar, por simpático -no yo, el episodio-, pero no, no viene a cuento de nada.
La historia real viene por la actualidad, ahora tengo unos cuántos pirulos más, ya se me están yendo casi todos los granos -de la cara y la cabeza-. Estoy terminando la facultad. Tuve dos novias, y un gran período de soltería entre ellas. O un gran período de soltería delimitado por dos novias. Me gustó para frasearla, perdón, las novias también fueron grandes, sobre todo la última.
Por encaminarme un poco más a lo que soy ahora, podría contar algo sobre ella. Su nombre era Marina, perdón, su nombre es Marina.
Crítica (sin spoilers) de Oppenheimer
Hace 1 año