martes, 20 de marzo de 2007

Los lados B del Lazarillo

El libro “El Lazarillo de Tormes” no es un libro cualquiera.

En principio, es uno de los pocos que en mis primeros años de liceo pude leer sin intentar cortarme las venas con un CD de Ileana Calabró, aún considerando que la estrella todavía no tenía editado ningún disco en aquel entonces.

Además es poseedor de una característica muy peculiar: es un libro anónimo, o sea, se desconoce quién es el autor de la excelsa obra.

Esto generó en mí algo así como una mística adicional ¿Quién sería su autor? ¿Por qué no habría grabado a fuego su nombre junto al escrito? ¿Algún envidioso habría borrado su nombre para no otorgarle los méritos? Y en ese caso ¿Por qué no lo habría sustituido con el suyo?

Luego de un tiempo de investigación siento que me acerqué a la verdad acerca del Lazarillo, y sin llegar a develarla completamente les voy a comentar algunas rarezas que encontré en el camino.

El joven explotado, usado y golpeado Lázaro, llega en el libro a tener varios amos más o menos hijos de puta, pero entre ellos destaca el ciego que después de todo lo que Lázaro hace por él, ni siquiera se digna a convidarlo con un vasito de vino suelto cortado con Sprite.

La historia cuenta de todas las picardías que hace Lázaro para afanarse un trago de vino, para comer algún pedazo de pan o simplemente para garronearle un peso al viejo choto.

Pero la historia oficial, no es el libro completo, sino que hay ciertos episodios que, por alguna misteriosa razón no se reflejan en la edición que todos conocen.

El joven Lázaro no perdió todas las batallas contra el malvado. Sino que mas bien, en varias ocasiones logró ponerle la tapa al veterano aprovechando la desigualdad de condiciones entre ellos.

En una ocasión llegó la factura de UTE, y el joven le advirtió al ciego que se había zarpado con las luces diciéndole:

-No entiendo para que prendes la luz si igual no ves un cura en la nieve. Al final sos una teta…

Esto fue pura picardía de Lázaro que apenas recibió la abultada suma de dinero para ir a pagar a abitab, se las tomó y pagó la mísera factura. La whyskería del pueblo agradecida.

Otros lindos momentos vivió Lázaro cuando le tocaba cocinarle al cabrón. Cada vez que podía aprovechaba para agregarle algún ingrediente secreto a la comida del inválido, y de hecho lo hacía, por diversión, para vengarse de los abusos, o con otros fines.

Una vez le metió en el café con leche de la tarde un somnífero, el ciego durmió hasta el día siguiente.

En ese intervalo de tiempo, la casa se llenó de gente, se armó una fiesta de aquellas, el pibe cobró entradas a la casa e incluso cobró entradas al cuarto del veterano, para los que al final de la noche no habían conseguido pareja.

Algunos dirían abuso de superioridad, otros, justicia social.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy bueno el artículo, acá me pongo serio y recomiendo leer también "El Buscón" de Quevedo. El escritor más culto del Siglo de Oro, claro después del cultísimo Fray de León.