martes, 13 de marzo de 2007

Un cortado y una medialuna

Darío no estaba apurado, las tardes de ocio eran casi una constante en sus días.
En ocasiones su única actividad en la tarde era salir a mirar vidrieras, aún sin estar interesado particularmente en ningún producto.

Pero, como es obvio, las tentaciones del consumo están a la orden del día, por eso algunas veces volvía a casa con alguna prenda nueva, algún adorno, o quizás alguna revista semanario de titular explosivo, supuestamente emitido por muchacha tanto o más explosiva que el titular.

Sus salidas entonces, consistían básicamente en salir y mirar sistemáticamente las vidrieras que mas le gustaban, siempre haciendo el mismo trayecto en su caminata.

En el recorrido había además de sus vidrieras cuatro bares.

Los bares son vidrieras de adentro hacia fuera. La gente que va a los bares es la misma que va a mirar vidrieras, pero al revés.

En un bar uno mira a todos los que pasan pero pocas veces ellos miran hacia adentro, es como un Gran Hermano que se comienza todos los días con participantes nuevos.

Las parejas se pelean, se besan, los hombres se dan vuelta para mirar culos y las chicas comentan que les pareció el muchacho que acaban de cruzar sin ahorrar gestos ni entusiasmo.

Darío pasó con su mirada perdida frente al bar, e inmediatamente generó una reacción en un voyeur que allí ejercía su derecho de observar a los demás impunemente, sin ser descubierto.

El mirón era su hermano gemelo separado al nacer, al principio pensó que estaba mirando un espejo, pero luego se dio cuenta que lo que veía era una persona idéntica a él, la misma persona que él buscaba hace años.

Mario, el mellizo, había sabido hace algunos años que tenía un hermano igualito, pero por avatares de la vida nunca lo había podido encontrar, así que se levantó de la mesa y corrió para buscarlo, con lágrimas en los ojos su búsqueda se hacía complicada entre la gente, para colmo Darío había entrado a un local para consultar si una nueva marca de yogur tenía o no grasas trans.

Algo interrumpió la desesperada búsqueda de Mario: mientras corría se topó de frente con un policía turístico que con su perro detuvo a Mario siendo condescendiente con el dueño del bar que a viva voz advertía que Mario se había retirado del lugar sin pagar su cuenta.

Casualmente por la calle pasaba un patrullero y como Mario se resistía a la detención lo subieron a palos al mismo, incluso descuidando su cabeza, que se golpeó contra el borde superior de la abertura del coche.

Con la cabeza ensangrentada y el cuerpo lleno de heridas internas y moretones causados a macanazos llevaron a Mario a la seccional con la sirena abierta.

Cuando Darío salió del local una vecina le comentó el episodio. Mario replicó:
- En los tiempos que corren los malvivientes no respetan ni siquiera a un humilde barista, son capaces de cualquier cosa por no pagar un cortado y una medialuna.

1 comentario:

Federico dijo...

ja!- está bárbaro

muy real

el final me resultó inesperado

bienvenido sea